lunes, 11 de septiembre de 2023

Y las Torres cayeron

El tiempo del ser humano es una minucia comparado con las edades geológicas, que si las vemos como legos en la materia, pueden abrumar sólo de pensarlas. Nuestro tiempo tan limitado, como es comprobado por todos aquellos que van envejeciendo, pasa rapidísimo como si el mero hecho de parpadear ya supusiera la pérdida de un preciado tesoro temporal. Es continua la sensación de velocidad del tiempo si nos acercamos a las redes sociales y vemos de vez en cuando recordatorios de temas de música que escuchábamos en nuestros tiempos mozos, y que ahora cuando son rememorados bajo la etiqueta de "temas que triunfaron" hace 20 o 30 años, nos da un vértigo que asusta.


Pasa lo mismo con grandes eventos o sucesos ocurridos de cuando en cuando. Los más mayores, quizás de talante progresista, rememoren hoy el 50 aniversario de la muerte del presidente Salvador Allende durante el Golpe de Estado de Pinochet en Chile. Los acontecimientos históricos que conforman hitos en nuestro devenir histórico y puede que personal, si son tan traumáticos pueden resultar un punto de inflexión en el desarrollo de las sociedades que los sufren y/o viven.

Explosión en la Torre Sur del WTC de Nueva York el 11-S. Fuente: Connecticut Post

Han pasado 22 años desde que socialmente me hice mayor de edad, aunque mi DNI no lo certificara aún. La mente infantil que reinaba entonces mi cuerpo se vio traumatizada e impactada por lo que viví individualmente en uno de esos sucesos clave de la Historia que permanecen grabados a sangre y fuego para siempre, el 11-S.

La Torre Sur del WTC de Nueva York colapsa el 11-S. Fuente: AMNY

Aquel 11 de septiembre de 2001, día agradable casi otoñal disfrutaba los últimos días de vacaciones escuchando la música que más me gustaba. Pero al otro lado del mundo los primeros renglones de ese nuevo capítulo de la Historia se iban escribiendo. De la impresión inicial al estar viviendo una especie de película de catástrofes en directo a través de la televisión acompañado de mi familia, a la incertidumbre final por lo que sucedería después. Se habló de una especie de III Guerra Mundial, la Guerra contra el Terror, y en verdad fue el momento cumbre en la historia del terrorismo contemporáneo, de corte islamista, que en su momento más álgido en cuanto ataques y víctimas barrió las sociedades occidentales y musulmanas creando dolor y muerte. Hoy, tras años y años de destrucción causados por grupos como Al-Qaeda y Daesh, el terrorismo por suerte ha decrecido en intensidad, si bien las incertidumbres causadas por la violencia en la actualidad se han visto sustituidas por una guerra en Ucrania y una amenaza nuclear por parte de Rusia de la que hoy aún no sé cómo terminará.

The Falling Man. Fuente: CNN

Cada aniversario del 11-S echo la vista atrás y me mareo. No sólo por el terror e incertidumbre causados en aquel momento, también por la nostalgia no vivida por unos edificios como las Torres Gemelas de Nueva York que amaba y deseaba visitar. Y el tiempo..... En un día como hoy me vuelvo a sentir el adolescente que entonces era, pero me miro al espejo y ya no queda nada de aquella vitalidad y alegría por el mañana. Hoy salvando las distancias, me siento como The Falling Man, aquel pobre hombre trabajador del WTC de Nueva York que decidió morir rápidamente y en vez de sentirse quemado sin oxígeno en lo alto de la Torre Norte, se lanzó al vacío para aligerar el tránsito y el sufrimiento que conllevaba. Aquella caída duró unos segundos, la imagen en cambio durará toda una eternidad. Hoy, casi un cuarto de siglo después (palabras mayores, tiempo menguante) me siento ante el abismo de mi historia y una vez en el aire veo dejar atrás rápidamente las ventanas de mis edades a mi paso, alejándose cada vez más las más lejanas, viendo cómo mi cabeza se acerca veloz hacia ese duro suelo de granito y mármol. Son unos segundos, son aún un buen trecho de vida. La clave es qué hacer mientras me dirijo inexorablemente a esa oscuridad que es el final del camino.

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