Desde hace muchos años llevo viendo cómo lamentablemente nuestras sociedades, hambrientas de consumo desenfrenado, han ido en una deriva, que sabiendo de dónde partimos, difícilmente podemos ver a dónde nos lleva el camino. Aunque una cosa está bien clara, el camino se está complicando sobremanera con todos los obstáculos que nosotros mismos arrojamos sobre él. Tengo un vago recuerdo de cuando era pequeño y todos los desperdicios de nuestro hogar se tiraban a la basura. Siendo como creo que fuimos unos de los primeros hogares granadinos que con más ímpetu empezó con la separación de las basuras para el reciclaje, allá por los 90, considero que la basura que entonces tirábamos era ínfima en comparación con la arrojada a los contenedores hoy en día. Y aunque muchas veces es la más grande seguramente por lo voluminoso de su contenido, la bolsa de los envases para el contenedor amarillo es de seguro el mayor porcentaje de residuos salidos de un hogar actual.
No hace falta que os lo diga, pues seguramente muchos de vosotros lo habréis observado en vuestros propios hogares. El plástico todo lo inunda, y muchas veces innecesariamente. En mi vida laboral es donde más consciente he sido de esta problemática, la de los residuos, y donde de manera pesimista he comprobado lo difícil que será eliminarlo de nuestras vidas. En un mundo capitalista como el que vivimos, muchas veces, por no decir la mayoría, prima más el beneficio económico de la empresa (y todo su personal) que cuestiones metafísicas ambientales y sociales. La rueda de la economía gira, y en ella todos vamos girando al compás, beneficiándonos del sistema que nos acoge. Si nos negamos a seguir girando en él o a tanta velocidad, caemos, y miles de pies pasarán sobre nosotros.
Aunque los medios de comunicación llevan tiempo alertando de la problemática de los residuos plásticos y su impacto en el ecosistema, hay muchos que aún no quieren verlo, o bien por no perder su modus vivendi, o bien por ideología que cree que el ecologismo atenta contra sus ideas establecidas: "sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla." (Génesis 1:28). Es cierto que el ser humano se ha servido de los medios que estaban a su alcance para progresar, ha descubierto, ha creado, y las sociedades han crecido por ello. Pero en la mayoría de las veces se ha ido inventando, y adoptando creaciones por su eficiente resolución de un problema o una necesidad. Por ejemplo los medios de transporte mecánicos han conseguido en el último siglo una ventaja de rapidez en los viajes, intercomunicación de personas y sociedades. O elementos de construcción como el asbesto o amianto que sirven para un propósito. O el ya mencionado de los plásticos para embalaje. Pero esas ventajas primarias llevan aparejadas unos inconvenientes nefastos a medio y largo plazo. Los diferentes vehículos de combustión que nos han transportado desde su invención han lanzado a la atmósfera un veneno letal que ahoga al planeta y nos carcome por dentro. El asbesto se ha comprobado que es un elemento cancerígeno, que hemos podido manipular o respirar sin percatarnos del peligro que suponía. Como ejemplo se puede ver la cantidad de enfermedades pulmonares y muerte causadas a muchos de los supervivientes de las Torres Gemelas de Nueva York cuando se derrumbaron el 11-S. Aquella nube de escombros llena de amianto fue inhalada por las personas que huían del horror. Y qué decir de los plásticos, que no es un problema menor. No sólo inundan los ríos y mares de envases que tiramos "alegremente" tras un momentáneo uso. Se sabe que se descomponen con el paso del tiempo, y esos micro y nanoplásticos resultantes pasan a los peces, que son consumidos por otros animales, como los humanos. El reciente problema causado por millones de pellets de plástico lanzados al mar cuando cayeron del buque mercante Toconao el mes pasado en el Atlántico no es un problema momentáneo, aprovechado electoralmente por unos izquierdistas gallegos hambrientos de poder, es un problema de mucha mayor envergadura, un problema estructural de nuestro sistema.
En estos días precisamente se ha conocido un estudio que determina que las tan simples y sanas botellas de agua mineral que continuamente consumimos en todo el planeta contienen tal cantidad de nanoplásticos, que éstos son ingeridos inmediatamente por nosotros al consumirlas sin saber las consecuencias que puede tener en nuestra salud. Yo extrapolo el problema a cualquier envase de plástico que contenga líquido bebible, pues debido a las condiciones ambientales en las que se almacene, así como golpes y fricciones, la botella, antes de su consumo, ya está soltando plástico en el líquido que contiene. Aventuro que esto puede devenir en una señal de alarma en las empresas de bebidas, no sabiendo a ciencia cierta que ocurrirá en el futuro al respecto. La gente debe concienciarse del problema real que supone el plástico, no sólo para el ecosistema en general, sino a nosotros en particular. Realmente entristecido por todas estas noticias que se suceden sin fin, no albergo mucha esperanza por la Humanidad tal cómo hoy se está comportando. Quizás sí que nos merezcamos una extinción. Y esta será por lo tontos que fuimos.
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