Los caminos son incontables, tantos como personas hay y ha habido en la Tierra, y el rumbo que se tome para ese momento tan minúsculo que llamamos vida. Ahora me encuentro en uno de esos grandes edificios, verdadero cruce de caminos, de aquellos que van, de aquellos que vienen.
No es una despedida. Tan sólo un punto y seguido que servirá como bocanada de aire fresco para poder seguir el camino emprendido. Es curioso cómo en los casi 9 meses que llevo viviendo en Alemania, no haya plasmado por escrito ninguna de las reflexiones que largo y tendido he tenido hasta la extenuación en el sucedáneo de hogar que me estoy labrando aquí.
Horas y horas bloqueado pensando, aclimatándome al nuevo ecosistema, a la nueva realidad. Y es que otra cosa no, pero el lugar donde me he venido a vivir, Himmelkron, da para poder pensar en lo divino y lo humano. Quietud, un silencio atronador que asusta, y unas noches tan oscuras que ensombrecen el corazón. Eso sí, los bellos parajes de alrededor endulzan una vista de la que no sólo vive el hombre.
Todas estas percepciones las pude plasmar el pasado mes de octubre en tres entrevistas que me hicieron respectivos periodistas de los periódicos La Vanguardia, Ideal, y El Español. Al estilo de "Españoles por el Mundo", soy testigo viviente de todo aquello que todos los migrantes a lo largo de la Historia han tenido que vivir al abandonar su hogar en búsqueda de un futuro mejor. Los procesos de adaptación, las añoranzas por lo dejado, el desaliento por la creencia de no avanzar... Y es que encontrar un nuevo lugar al que poder llamar hogar es una tarea sumamente difícil, ¿imposible? Muchas veces pienso que el hogar siempre estará en donde uno fue feliz por primera vez, el lugar donde junto a abuelos, padres y hermanos se empezó a disfrutar la vida. Y aunque uno de adulto quiera emular dicho hogar, nada será como el primigenio.
Hoy, ahora, vuelvo a mi hogar familiar, aunque sea de manera momentánea, un hogar que viviendo fuera, se amplifica a mi ciudad de Granada. Y aunque ya no es como era, o como quiero creer que fue, siempre será mi hogar. Granada, ciudad que embelesa todos los sentidos, se abrirá de nuevo a mí para demostrarme que no "hay ná como Graná".
Ahora en mi regreso quizás muchas cosas hayan cambiado. Entre ellas, algunas personas de mi entorno han ido muriendo, y a su vez otra generación va naciendo. Es en estos momentos cuando me acuerdo de aquellas personas que llegué a conocer y que han fallecido en los meses que llevo viviendo aquí. Mi pequeño recuerdo a ellos desde estas letras. El primero en morir fue mi entrañable vecino Adrián Sánchez Romero, el 12 de marzo, tan sólo unos meses después de hacerlo su esposa Pastora Martín. El 30 de marzo muere Domingo Ángel Fernández Torres. No lo conocí mucho pero fue compañero de trabajo en Hipercor, además de sobrino segundo de una tía política mía. El 26 de mayo muere Francisco Morales Calvo. Fue profesor mío en los Salesianos, y aunque odiaba sus materias de Física y Química, al año siguiente amé su asignatura de Ciencias Naturales. Fue el único profesor que me expulsó de clase por una estupidez bastante absurda que cometí. El 8 de junio murió en la residencia donde trabajo en Himmelkron uno de sus residentes, Georg Krapp. El 15 de septiembre muere María Luisa Serrano Lorca esposa y madre de mis primos Lorenzo. Y por último el 4 de octubre muere el querido primo Juan, Juan Canales Ramírez, primo hermano de mi padre. Una enfermedad fulminante se lo llevó. DEP.

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