viernes, 24 de diciembre de 2021

Relato La visita de mi abuelo

Hace pocos días participé en el XX Concurso de Relatos y Cuentos de Invierno que cada año organiza el periódico Ideal. Los relatos seleccionados se han publicado en el día de hoy, pero lamentablemente el mío no ha sido elegido. Debido al gran entusiasmo que puse en su redacción, resultado del gran cariño a dos personas que me inspiraron para el tema, cuelgo en mi blog el citado relato para todos aquellos que gusten de su lectura.



La visita de mi abuelo

Por fin cerré los ojos después de un día estresante de esta Navidad interminable, y no sé el tiempo que pasó. Me vi acostado en mi confortable cama, pero a pesar de reconocer mi habitación, la notaba con un aire tan onírico que no me extrañó cuando de la nada apareció la figura de mi querido y añorado abuelo, fallecido hacía ya mucho tiempo, sentado junto a mi cama fumando en su inseparable pipa un tabaco que no dejaba olor. Sin sentir impresión ni temor por su presencia empezamos una charla abuelo-nieto tantos años después, una charla que en ese limbo de Morfeo habría durado infinitamente, por todas las cosas que me quedaron por preguntarle, por todas las novedades que de mi vida se perdió, y todos los consejos que necesité de él.

-Abuelo, ¿qué es la vida?-le pregunté.

Con la mirada perdida en la inmensidad de la eternidad que le da la muerte me contestó:

-Cuando uno deja la niñez y los años avanzan inexorablemente, a menudo surge esa pregunta, la cual tiene dispar respuesta. Para unos tiene un significado, un sentido que para otros es bien distinto. Tú mismo has de encontrar el significado de tu propia vida, que será diferente al que yo tuve. Lo que es cierto es que en estas fechas tan señaladas la vida deviene en el continuo recuerdo de quien antaño fuimos y la pesada nostalgia de echar de menos a quien un día amamos.

-Así me siento abuelo, rememorándoos a todos vosotros que nos dejasteis hace bastantes años. Mi frágil memoria te recuerda en este mes en que te marchaste, las añejas fotografías en las que salís las guardo como si un tesoro fueran, y los objetos que un día te pertenecieron los conservo como las preciadas antigüedades sobreviven en los museos. Aún custodio tu bastón, aquel que te ayudó a andar en los últimos años de tu vida, y también el característico sombrero que cubría tu anciana  y caballerosa efigie.

-Ya no me gusta la Navidad, abuelo. - Continué-. Antes cuando estábamos todos juntos era maravillosa. Ahora en cambio no hago sino suspirar de añoranza cada vez que veo un árbol de Navidad en la engalanada ciudad u oigo los villancicos que se escuchan por doquier. En casa ya no pongo ningún árbol, pues aunque sus luces embellecen la estancia, poco hay ya que celebrar.

-¿Poco? – preguntó-. ¿Te parece poco estar vivo y disfrutar de la vida con tu gente? Aquí te traigo tu propio árbol de Navidad. –En la esquina de la habitación apareció un frondoso árbol lleno de luces,  unas más grandes, otras más pequeñas, con colores y luminosidades diferentes-. Este árbol representa tu vida, desde el tronco hasta la copa, en él brillamos todos nosotros, tus seres queridos que un día tuvimos que marchar. Nuestro recuerdo iluminará el resto de tu vida.

-¿Abuelo, pero cuál es esa luz con forma de estrella tan luminosa en la copa que no sólo maravilla mis ojos sino que acalora mi corazón?

-Pues debes saber hijo mío que no sólo el recuerdo de tus seres queridos fallecidos pervive con fuerza en el árbol de tu vida –respondió mi abuelo-. Aquellas otras personas que amaste con tal calidez, pero que por diversas circunstancias se encuentran lejos, brillan con tanto ardor que a veces hasta quema. Ahí se encuentran tus hermanos, tus padres, tías, primas, amigos. Todos forman parte de tu vida, de tu Navidad, disfrútalos. Esa otra luz tan brillante que corona tu árbol se encuentra muy lejos de ti físicamente, pero es tan fuerte la luz que irradia, que su brillo llega a lo más profundo de tu ser.

-Así es abuelo –asentí-. Es la luz que me calma e ilumina en las noches más oscuras, mi guía para seguir adelante. –Con una mirada agradecida nos despedimos para siempre-. Feliz Navidad abuelo, te echo de menos.

Y mientras su añorada figura se iba alejando caminando al vacío más absoluto ayudado de su bastón y cubriéndose con su inconfundible sombrero, yo fui abriendo los ojos a un amanecer nuevo, una nueva Navidad, un nuevo tiempo para ser feliz. 

Por Francisco J. Canales-“Azaustre



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