sábado, 11 de noviembre de 2023

La Tierra desde el cielo (XIII): Rumbo a París

Quiero rescatar para esta sección de mi blog un par de impresiones visuales atractivas para mi mente, que pude disfrutar en uno de esos pocos viajes que he podido hacer en avión. Buscando fotografías antiguas (si por antiguas se pueden considerar las que hice hace tan sólo 10 años), reparé de nuevo en las que realicé con una cámara digital de no muy buena calidad en uno de esos escasos viajes que llegué a realizar.


En la primavera de 2013 emprendí un viaje-aventura a Francia, para visitar a mi hermano que residía en París con una beca Erasmus. El destino era el aeropuerto de Beauvais, y el origen el aeropuerto de Málaga. La suerte que tuve es que en la trayectoria entre ambos lugares se cruzaran en mi visual dos emplazamientos tan queridos por mí, por sentimientos bien distintos.


Como un adulto con mente cuasi infantil en cuanto a lo inquieto por ver cosas nuevas, transcurría mi vuelo mientras constantemente me encontraba asomado a la ventanilla intentando descubrir los lugares por los que íbamos sobrevolando. Cuál fue mi sorpresa al descubrir que sobrevolábamos Baños de la Encina, localidad jiennense que consideraba y considero mi pueblo, pues era el pueblo natal de mi abuelo paterno, aquel en donde yo había pasado grandiosos momentos familiares, y donde aún vivían primos y tías-abuelas. Aunque la visión que muestra la imagen que cuelgo es algo difusa, se puede contemplar con poco detalle pero en su totalidad la localidad, situada al amparo del pantano del Rumblar, en las estribaciones de Sierra Morena. Fue en la lejanía que me daba la posición del avión desde donde intentaba encontrar de casualidad "mi pueblo", pues dada la trayectoria que emprendíamos cabía dicha posibilidad. Así que en los primeros momentos del viaje me encontraba buscando algún núcleo poblacional en las cercanías de algún embalse, que me permitiera reconocerlo. Tras pasar por varios, la imagen que se abrió ante mí me llamó la atención, y pude confirmar que era mi buscado Baños de la Encina al observar con cierta dificultad el milenario castillo andalusí por el que es famoso el pueblo. Fue emocionante poder contemplar lugar tan querido y añorado desde las alturas, el lugar donde nacieron muchos de mis antepasados, la zona de la Campiñuela donde se conocieron mis abuelos, todos aquellos lugares donde mis ancestros realizaron sus vidas.

Y el viaje seguía. Mi mente, tranquila en cierta manera por haber podido descubrir al Baños de la Encina que quería ver, siguió discurriendo por las altitudes de nuestro país, atravesando nubes que cubrían las vidas de todos los que abajo se encontraban, montañas nevadas, y llegando al Cantábrico, pude comprobar con satisfacción que sobrevolábamos otro lugar muy querido por mí, San Sebastián. No me unía vínculo familiar con la capital guipuzcoana, pero era una ciudad que amaba, y que soñaba con poder vivir en ella. Ya la había visitado en dos ocasiones, la última tan sólo dos meses atrás, pero poder contemplar la bahía de la Concha desde las alturas, con su característica y reconocible Isla de Santa Clara, y el río Urumea partiendo la ciudad en dos, daba un característico regusto emocionante a mi vuelo. Tras dejar España, los cielos de Francia nos dejaron pasar para poder disfrutar las maravillas que el país vecino nos ofrece. Eso fue otra historia.

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