Como curioso del mundo náutico y fascinado por el famoso trasatlántico Titanic que soy, no puedo dejar de plasmar aunque sea una vez en mi blog, alguna reflexión sobre dicho buque cuando hoy se han cumplido 109 años desde su naufragio. El Titanic como trágico suceso, uno más de los que han ocurrido a lo largo y ancho de nuestro planeta, ha trascendido a su tiempo, y a pesar de no ser la mayor catástrofe en el mar, ha traspasado los límites de la memoria colectiva, manteniendo hoy día, y gracias sobre todo a la sucesión de recreaciones fílmicas a lo largo de este siglo transcurrido, el recuerdo de aquellos salones de lujo, aquellas marineras cubiertas, y los sueños de aquellos viajeros. Unos sueños que se vieron truncados tal día como hoy, 15 de abril, de 1912.
En la actualidad mueren día tras día cientos de personas, que desesperados por sus condiciones de vida, intentan mejorarla huyendo en destartaladas embarcaciones de madera. Sus cadáveres pueblan hoy los fondos de nuestro Mediterráneo. Buena parte de los más de 1.500 muertos de aquel 15 de abril de 1912 eran miembros de la tripulación y pasajeros de 3ª clase, que como los de hoy, viajaban con sueños a un EEUU en búsqueda de mejorar las condiciones de vida de sus familias.
El imaginario popular ha revivido y revive todo lo acaecido aquella noche, y es que las circunstancias particulares ayudaron a que se convirtiera en un naufragio mítico: naufragado en su viaje inaugural, que además era el último de su capitán Edward J. Smith previo a su jubilación, la lista de afamados personajes que viajaron en él, algunos de los cuales llegaron a morir en las frías aguas del Atlántico esa noche (como los empresarios John Jacob Astor y Benjamin Guggenheim o el matrimonio Strauss), así como el largo lapso de tiempo que duró su hundimiento, 2 horas y 40 minutos, tiempo que fue suficiente para escenificar cual drama wagneriano las mejores virtudes o las peores vilezas del ser humano en los que podían ser los últimos minutos de vida de cada uno. En cambio, otros naufragios de grandes buques no han tenido esa conjunción de factores que les hicieran perdurar en el imaginario colectivo; pues si bien el famoso Lusitania fue hundido en la I Guerra Mundial causando la muerte de casi 1.200 personas, su naufragio duró casi 20 minutos; o el Wilhelm Gustloff, la mayor catástrofe marítima hasta el momento, que en 1945 fue hundido en aguas del Báltico, muriendo en la tragedia más de 9.000 personas. El hundimiento de éste último no tiene la épica que le ayudara al reconocimiento pues fue un buque de pasajeros utilizado por los nazis, y que transportaba desplazados alemanes que huían del avance soviético en los estertores de la II Guerra Mundial. Para más inri, el que lo hundió fue un submarino soviético, cuyo país sería uno de los vencedores en tan cruel guerra.
Siempre he pensado que el naufragio de un barco es un espectáculo bello, precisando claro está, si dejamos de lado el drama que puede acarrear en cuanto pérdida de vidas humanas y la posible contaminación del mar por los vertidos del buque. Un naufragio tiene algo de misticismo: una gran estructura metálica, como símbolo del poder y desarrollo humano, que se ve engullida por las fauces de la naturaleza, su irremediable hado. Un buque que transmuta a pecio, mientras es devorado violentamente por las aguas, para posarse en su fondo como si del Tártaro se tratara. En las oscuras profundidades mostrará alegóricamente sus herrumbrosos restos clamando a la superficie su desgracia. Su destino es descomponerse lentamente, y por fin, la materia que fue moldeada por el humano volverá a su estado natural. Es la derrota del hombre frente a la Naturaleza.
Una prueba de que el naufragio de un buque es algo espectacular y atrayente es ver las excursiones navales que se realizan para ver cómo se hacen naufragar barcos jubilados para que formen parte del fondo marino como arrecife artificial. Lo impresionante de la despedida del buque se ve acompañada por el sonido de las bocinas del resto de barcos como despedida. Hay algo de ritual místico en ello.
Hundimiento controlado del buque Annapolis en 2015:
https://www.youtube.com/watch?v=-90ZkG546ww
Ahora mismo el Titanic se descompone, las bacterias carcomen su metal a casi 4.000 metros de profundidad en el Atlántico Norte. Su sino se dictaminó cuando chocó con el mortal iceberg aquella fría noche. Aquella majestuosa mole languidece y pronto será un amasijo irreconocible de chatarra. Nada es eterno, pero quizás los últimos himnos tocados por la banda de música del Titanic resuenen aún allí acompasados con las plegarias de los que murieron. En el recuerdo queden.
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