En nuestra extensa provincia
tenemos no sólo un ingente patrimonio histórico-cultural, sino que también
poseemos una riqueza natural que muchos a priori no podríamos imaginar. Tan
sólo hay que salir y descubrir estos nuevos rincones, maravillosos parajes y placenteras
sensaciones que podremos disfrutar a tan sólo “la vuelta de la esquina”. Fuera
de la apabullante vida en la ciudad en la que contaminación y estrés nos minan
por dentro, tenemos un mundo por descubrir y en el que conectar con nuestro
lado más primigenio y natural.
De esta manera, a pocos
kilómetros de nuestra capital nazarí y con un espíritu aventurero que nos impulsa por dentro, nos emprendemos a
conocer uno de los rincones naturales más bonitos de la provincia. Se trata de
la Ruta del Gollizno, una sencilla ruta senderista situada al noroeste de
Granada, concretamente en el término municipal de Moclín. Resulta un enclave
vital en las relaciones entre territorios, pues si bien el término en la
actualidad es frontera entre las provincias de Granada y Jaén, siglos atrás
suponía la frontera entre el reino cristiano de Castilla y el reino nazarí de
Granada. Tierra de frontera, concepto teórico y metafísico que me apasiona, el
tener que delimitar políticamente un territorio que por ejemplo hoy forma un
conjunto, un todo, una extensión de
campos y peñas que han sido divididos histórica y convencionalmente para
nuestra mejor administración. División que obviamente no se muestra, pues a
nivel natural, todo es más libre. Pero a nivel histórico, esa división de
frontera queda patente hoy en la proliferación de atalayas musulmanas o torres
vigía del reino nazarí, salpicadas estratégicamente en promontorios naturales
para la mejor vigilancia y defensa del territorio frente a las tropas
cristianas del norte en su imparable avance hacia el sur durante la
Reconquista. Alcalá la Real a pocos kilómetros al norte de Moclín puede
divisarse desde las mejores posiciones del término, es la entrada natural que
desde Castilla penetrará en la Vega de Granada.
Moclín, con su castillo musulmán
coronando la cima del cerro que domina el pueblo, en el que se sitúa también la
Iglesia del afamado Cristo del Paño, está además rodeado de un entorno natural
extraordinario. Su contorno pétreo está horadado por el río Velillos (o
Frailes), que naciente en la “transfronteriza” Frailes atraviesa esta zona del
Poniente granadino para más tarde unirse a las aguas del río Cubillas en
Casanueva y luego, ya unidos ir a parar al Genil.
La sencillez del trayecto hace
que podamos disfrutar de un apacible paseo contemplando en toda su extensión un
conjunto de monumentos naturales que nos deleitarán los sentimientos. Bajando a
través de Moclín se puede iniciar la ruta dirección sur, y poder hacer una
serie de altos en el camino para observar las maravillosas panorámicas de la
Vega de Granada y Sierra Nevada al fondo. Descendiendo, dejaremos atrás la
Ermita de la Virgen de la Cabeza, y concluiremos el descenso llegando a los
límites de la cercana localidad de Olivares, que ya habremos podido visualizar en su plenitud junto
a un extenso mar de olivos desde los miradores situados recorrido arriba.
Girando a la izquierda antes de entrar en el pueblo iniciaremos la ruta a
través de los tajos del Gollizno, camino siempre acompasado por el discurrir
del río Velillos. Contemplaremos grandiosas vistas de los tajos desde el fondo
de la hondonada o grieta natural que el río ha ido laminando a lo largo de los
siglos, mientras vamos dejando atrás instalaciones hidroeléctricas, saltos de
agua, fuentes como la de la Buena Ventura, presas y puentes que nos permiten
cruzar el río. Uno de ellos, colgante, bajo el imponente macizo de rocas, nos permite
cruzar de nuevo al otro lado del río, en el que comprobaremos la pequeñez de
nuestro ser ante tal espectáculo agreste. La naturaleza, en toda su solemnidad,
puede que nos dé algún espectáculo visual, como contemplar en lo alto de los
riscos familias de caprinos, no sé si muflones o algún bóvido similar, como si
lo escarpado del lugar no les importara en absoluto.
El recorrido va circunvalando de
vuelta a Moclín por su parte norte. Desde allí observaremos los últimos
enclaves granadinos como Tózar y las atalayas dependientes de la fortaleza de
Moclín como la Torre La Solana asomada en un promontorio, Mingoandrés, o la de
la Porqueriza, cercana a Tózar; y a continuación ya los territorios jiennenses,
en donde se perderá nuestra vista e imaginación. Tras pasar el área recreativa
de la hipnótica Fuente de la Corcuela, habrá
que desviarse del camino para acercarse a los cercanos abrigos montañosos en
los que hace milenios, nuestros antepasados neolíticos plasmaron en sus rocosas
paredes pigmentaciones que han perdurado hasta hoy como pinturas rupestres, y
que podemos contemplar asombrados cómo han perdurado a lo largo del tiempo a
pesar de vándalos e inclemencias meteorológicas. El legado de nuestros
ancestros como un regalo que conservar para nuestros descendientes. Tras este
detalle visual, emprendemos de nuevo la marcha, esta vez cuesta arriba para
terminar el trayecto culminándolo de nuevo en Moclín, cuyo castillo iremos descubriendo
conforme vamos avanzando. Llegados a la meta, no hay mejor premio que pasear
por la zona de la fortaleza nazarí e Iglesia del Cristo del Paño para después
despedirse del pueblo con un bello atardecer sobre las bellas callejuelas del
pueblo bajo nuestros pies. Volvemos a casa.
Francisco José
Canales-“Azaustre”
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