En una sociedad y en una cultura como las actuales en las que abundan y triunfan manifestaciones musicales creadas con tanta artificialidad y simplicidad (me refiero al tan cansino reguetón y demás músicas enlatadas), descubrir nuevos talentos procedentes de otras culturas, no sólo alegra los oídos, sino que la mente se calma al percibir nuevos sonidos agradables.
Hace varios años durante la pandemia, no recuerdo el día pero sí el modo, viendo vídeos compartidos en Facebook descubrí a un grupo musical folclórico, el Trío Mandili. No sabía qué decían en la letra de aquella canción, Kakhuri, pues es un grupo de tres jóvenes mujeres (Tatuli, Tako y Mariam) que cantan en georgiano, pues son originarias de Georgia, la del Caucáso, no la de EEUU. Sonidos quizás simples pues sólo utilizan un instrumento de cuerda, pero conjuntando unas dulces voces que hablan del amor y de su país. La sensación percibida de idealismo bucólico me llenó de emociones gratas, pues las bellas cantantes entonando su canción en tales parajes idílicos acompañadas de una burra y su cría daban un toque emotivo, como de retorno a tiempos pasados más naturales en todos los sentidos (si exceptuamos que se han hecho famosas compartiendo y viralizando por el mundo sus bellos temas a través de las desnaturalizadas redes sociales internáuticas).
Desde entonces el Trío Mandili, aunque no pueda considerarme como fan acérrimo, pues poco dado soy al fanatismo, han formado parte indispensable de mi banda sonora particular mientras accedo a mi ocio de Internet.
Con el corazón enternecido por estas tres jóvenes cantantes, al igual que mi amigo José Antonio, esperábamos con ansia poder verlas actuar algún día, pero sus lugares de influencia parecían estar más en la zona Este europea. Al fin el grupo llegó a España en este mes de mayo para ofrecer tres conciertos benéficos en ayuda del pueblo ucraniano. Y como no podía ser de otra manera, mi amigo José Antonio y yo pudimos cumplir nuestro sueño de verlas y disfrutar de su música y actuación. Fue el pasado día 24 en Madrid y fue una grata experiencia que espero volver a vivir en el futuro.
El grupo en 2017 intentó representar a Georgia en el Festival de Eurovisión, pero no lo consiguieron. En nuestra breve charla madrileña se me olvidó instarles a que lo intentaran de nuevo. Hoy no puedo hacer otra cosa que recomendar a mis lectores a disfrutar de este grupo que acaricia el oído y el alma.