martes, 21 de junio de 2016

De la labor detectivesca al horror vacui: los archivos en la novela

He tenido el placer de participar con una escueta reseña bibliográfica en el número 4 de la revista Baalberit, que acaba de ser publicada en formato digital. Dicha revista la realizan alumnos del Máster de Archivística de la Universidad Carlos III de Madrid, entre los cuales me encuentro. Cuelgo para aquellos que les pueda interesar tanto mi breve reseña como el enlace a la misma y al resto de la revista digital:


En las lecturas placenteras que se pueden efectuar a lo largo de la vida, es posible que uno depare en asuntos que a uno le atañen más de cerca y por lo tanto como lectura forman parte indeleble del trasfondo cultural de uno mismo. Es lo que me ha pasado a mí al leer recientemente dos afamadas novelas, y la fijación que uno toma por los detalles que ahí aparecen relacionados en nuestro caso con el mundo de los archivos y la gestión documental.

La primera de ellas es la conocida ¡Rescaten el Titanic! Obra del escritor estadounidense y aficionado a la arqueología marítima Clive Cussler, es una novela de aventuras de 1976 que fue adaptada a la gran pantalla en una poco exitosa película en 1980. En ella se narra las peripecias que un grupo de políticos, militares y científicos emprenden para la consecución del único ejemplar conocido de bizanio, un extraño mineral en las bodegas del pecio del Titanic en una carrera contra la URSS, pues dicho material es vital para conseguir los ansiados fines militares de defensa de EEUU. La primera parte de la novela, previa por tanto al paso por el Atlántico Norte, está plagada de pequeños detalles en la laboriosa tarea del hallazgo del paradero de esa muestra de bizanio de la que se tiene constancia se perdió décadas atrás en las entrañas del Titanic cuando se hundió en 1912. Es en esta parte donde vemos la labor del investigador, que como los barcos que vemos en la obra, navega, pero en este caso entre archivos y bibliotecas para hallar los datos necesarios para conseguir sus fines. En una suerte de análisis detectivesco, pues es ese el papel que adopta el investigador, de detective, se zambulle entre montañas de papeles, y unos le llevarán a otros, de un archivo o una biblioteca a otra muy distante en un punto lejano (estamos aún en los años 70 del siglo XX en la que las dificultades en el acceso a la información de los archivos en cuanto a distancia física era manifiesta). Como si de un enorme rompecabezas a lo largo del planeta se tratara, los protagonistas van uniendo las pistas históricas que van encontrando en los archivos públicos y privados, en una interesante trama que finalmente les llevará a dar con el destino del mineral que iban buscando, y tras percatarse del sitio a donde fue a parar, entregarse a las labores de rescate del barco hundido. El destino final y lo que sucede el resto de la novela, lo dejo para quien quiera aventurarse en ella.


Frente a esta novela encontramos algo totalmente contrario relacionado con el mundo de la documentación y los archivos. Con la segunda novela que describo, uno se da cuenta de la importante labor del archivero o del gestor documental y del mundo de los archivos en cuanto lugar donde descansan los derechos de los individuos como ciudadanos. 1984, obra cumbre del escritor británico George Orwell (1949), es una agobiante novela donde se muestra mediante una distopía una aberrante y totalitaria sociedad en la que el autor describe el día a día de las personas que viven bajo el yugo de un estado dictatorial, obra en la que se puede entender la ideología del socialista Orwell como una crítica feroz y acertada frente a los totalitarismos de su época, nazismo y comunismo soviético. La gran maquinaria del estado totalitario cubre todos los rincones de la sociedad, las libertades del individuo se ven cercenadas, siendo éste un mero instrumento que vive por y para el Partido y su líder supremo. Para que este estado de cosas triunfe, el Gran Hermano y toda la estructura estatal se sirven de unos métodos que pueden parecernos impensables por lo terribles que son no sólo para el Derecho, sino para la Historia y la Archivística, por citar unos ejemplos. La destrucción sistemática de los documentos para destruir la existencia misma por ejemplo de un disidente o un revolucionario. Pues tras ejecutarlo, si no existe en los documentos, en verdad nunca ha existido. La modificación de los documentos para servir a los intereses del partido y de su líder en la guerra contra el enemigo para manipular al pueblo y que éste lo apoye indefectiblemente, amoldando los datos existentes, rehaciéndolos a posteriori para crear esa nueva realidad que pretende sea la verdadera a recordar. Por todo lo que transmite de importancia real de la labor del archivero y del control de la documentación pública en cuanto derechos del ciudadano, y de la transmisión de la documentación histórica que permita acercarse a la realidad pasada, es un libro de obligada lectura. Toda una genial obra que a uno le hará ver cuestiones políticas, históricas o documentales que le harán reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro, y darse cuenta del crucial papel del archivero y los archivos.



Francisco José Canales López