Recientemente
llegó a mis manos un testimonio gráfico que nada más contemplarlo me llenó de
sentimientos enternecedores y de melancolía. Debido a mis recientes labores
bibliográficas, descubrí entre las amarillentas páginas de un libro abandonado junto
a otros miles de ellos a lo largo de polvorientas repisas que sustentaban
vastos conocimientos, un frágil documento fotográfico que si no llega a ser por
mí quién sabe si hubiera vuelto a ser contemplado otra vez por un ser humano.
Como si fuera utilizado como un mero marcapáginas más, ahí se encontraba
escondido a saber a lo largo de cuántos años o décadas.
La
ternura que inspira la protagonista de la imagen queda patente nada más contemplarla.
Una chiquilla con aspecto nórdico contempla atenta en un jardín algo que se nos
escapa al conocimiento. La imagen en blanco y negro es una más de cuantas
fotografías antiguas andan abandonadas, dispersas y desmemoriadas a lo largo del
planeta. ¿Y en qué si no terminan convirtiéndose las fotografías familiares más
antiguas cuando sus protagonistas y sus parientes y amigos más cercanos van
muriendo? A las que han sido destruidas deliberadamente por sus dueños debido a
que cuando mueran, esas fotos no tendrán sentido, y así la desmemoria se evita
con su destrucción convirtiendo la desmemoria en la inexistencia de ese momento
en el futuro, estas añejas fotografías se almacenan como estampas de un tiempo
ya lejano en cualquier caja de galletas al fondo del cajón del mueble del
salón. Y sus protagonistas, irreconocibles una vez que sus conocidos han fenecido. Otras, grandes ejemplares de fotografía antigua que muestran la vida de
la sociedad del pasado, pueden que terminen vendiéndose en cualquier rastro o
mercadillo, en un mercadeo del pasado, toda vez que la memoria de esa
plasmación gráfica ha desaparecido ya por completo.
Y
es lo que le ocurre a esta fotografía en cuestión. ¿Quién es la niña? ¿Dónde
fue tomada la foto? ¿Quién la tomó? ¿En qué fecha? ¿Vive actualmente la
protagonista de este relato? ¿Podemos encontrar pistas que nos indique algo de
la foto? Poca cosa. Intuyo que la chiquilla pueda ser estadounidense con algún
nexo alemán o austriaco. Y es que en el libro donde apareció la fotografía
venía escrito en su primera página a lápiz un nombre, Anna L. Fuller. Podría ser
la persona propietaria del libro, ¿familiar de la chiquilla o la chiquilla misma?
El libro, en casi buen estado de conservación a pesar de ser de 1884, está
publicado en Leipzig con una complicada tipografía en alemán por Carl von
Lükow, bibliotecario de la Academia Imperial y Real de Bellas Artes de Viena,
llevando por título Zeitschrift für
Bildende Kunst. Mit dem Beiblatt Kunst Chronik (Revista de Artes Visuales. Con
el suplemento Crónica de Artes).
Poca
cosa más se puede decir de esta fotografía, a no ser que alguien pueda
reconocer a través de la red a la chiquilla en cuestión. Su mirada, perdida en
algo que no sabemos, viene a recordarnos lo cuán frágil es la memoria personal
y la trascendencia física que podamos dejar en este planeta una vez nos hayamos
ido para siempre. Dicen que uno no muere del todo mientras nos recuerden, algo que implica que
una vez éstos hayan desaparecido a su vez, estaremos más muertos si cabe. Esta
niña de la foto, si ya no existe, está hoy más viva que ayer. Que nuestro
recuerdo perviva. Va por ti, niña desmemoriada.
PD:
Este escrito viene a relacionarse con el relato que escribí el año pasado y que
hace poco colgué en este mismo blog acerca de la preservación de la identidad
personal mediante los retratos:
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