Pregón
Navidad Ibi 2024
Muy buenas noches a todos. Muchas gracias por acogerme en esta dulce noche. Es una inmensa alegría para mí estar en esta amada localidad y poder dirigiros unas palabras.
Antes
de nada, he de agradecer al alcalde de Ibi y al presidente de la Asociación Reyes
Magos que me hayan permitido estar hoy aquí representando a mi familia y homenajear
y dar así testimonio sobre nuestro tío Aurelio López Azaustre. Pero sobre todo
agradecer de manera intensa la ayuda y estima que siempre nos ha profesado la
archivera de Ibi, María José Martínez Tribaldos, gran protectora de la figura
de nuestro tío en estas tierras amigas.
Aunque
en teoría estas fechas han de engalanarse de felicidad y alborozo, he de
comenzar sin duda acordándome de aquellos que en fechas cercanas han sufrido la
más triste de las desgracias. La tragedia que hace casi dos meses asoló buena
parte de la provincia de Valencia dejando más de 200 fallecidos e incontables
destrozos a miles de familias nos dejó hondamente entristecidos a todo el país,
así que no puedo dejar de acordarme de todos los afectados y sumarme al
homenaje a los fallecidos. La calamidad quiso quedarse en la región, y hace
pocas jornadas otra tragedia golpeó a muchas familias aquí en Ibi. Un
desgraciado accidente laboral segó la vida de tres trabajadores, dejando a
otros tantos heridos. Mi mente está también esta noche con todas esas familias,
manteniendo así para el recuerdo a Marcelo, Nelson Steven y José Manuel.
Vienen
días de celebración, momentos maravillosos con familia y amigos que se reúnen
por fin después de tanto tiempo. En Ibi además se conmemora estos días el medio
siglo del monumento a los Reyes Magos, monumento que seguramente le dé imagen
al exterior y sea su maravillosa carta de presentación. Estoy aquí no por
mérito propio sino como representante de mi familia, para recordar en esta
efeméride a Aurelio López Azaustre, insigne escultor que la realizó hace 50
años.
Agradezco
que se haya pensado en mí para el homenaje, pues si bien no soy el primer
miembro de la familia en recordar con sus escritos al tío Aurelio, ya lo hizo
previamente el primo historiador José Luis Delgado, soy el primero de la segunda
generación que intenta rememorar su figura y obra. Más allá de eso, soy uno más
que ama este monumento, soy uno más que siente a Ibi muy cerca, y soy uno más
que ama el invierno y la Navidad.
La
Navidad, esa época del año esperada con ansia cuando éramos niños, semanas de
un almanaque remarcado en rojo. Jornadas frías en lo climático, pero llenas de
calidez interna, alimentada por un bello ambiente reinante. Sigo manteniendo
esa querencia por estas fechas, quizás más por el recuerdo y la nostalgia,
incrementado quizás por la melancolía innata de la que hago gala. Pienso que la
Navidad, más allá de reuniones familiares, es una época para los niños, y en
ese caso también para los padres y abuelos. Así que a pesar de mi amor por
estas fechas, creo que en estos momentos me encuentro en tierra de nadie, pues ya ni soy niño, ni
soy padre y ni mucho menos abuelo. Para colmo de males soy trabajador del
comercio, grupo para quien la Navidad es una época altamente denostada. De
todos modos no pierdo la esperanza, ni el niño que llevo dentro y un día fui.
Estas
fechas para mí, como seguramente para todos y cada uno de ustedes suponen el
grato recuerdo de tiempos pasados. De aquel ambiente de jolgorio en casa y en
las calles, del calor del hogar, de reuniones familiares, de nuestros mayores
que ya no están, de aquellos juegos infinitos con hermanos y primos, de las
aventuras en todo tipo de ferias navideñas, como nuestra Juveándalus. También
de juguetes de un pasado que sigue muy presente en nuestra memoria, recuerdo
todas las tipologías de Playmobil que tuvimos, mi Familia Potato, dinosaurios,
ositos y peluches como mi perro Tristón, juegos de mesa y decenas de muñecos
articulados. Los catálogos de juguetes de las tiendas eran un bien preciado
para los niños de entonces, no sólo porque albergaban la carta que habría que
mandar a sus majestades, sino porque sólo de ver sus ilustraciones ya uno podía
volar con la imaginación. Eran juguetes que hoy son reliquias del pasado. Sobre
la Navidad se une un cierto regusto en el paladar por todos esos sabores en la
mesa durante estas fiestas, manjares que sólo se comían en estos días siempre
en grata compañía, dulces y viandas varias que hacían salivar al dietista más
preciado. Me acuerdo también de los villancicos de antaño, siempre con su aura
de ternura al son de zambombas y panderetas, villancicos en latín como Adeste
Fideles, villancicos cantados por niños vestidos de pastorcillos o por gitanos
del Sacromonte. ¿Soy sólo yo o alguien más echa en falta villancicos
tradicionales como antes? ¿Y cómo olvidarnos de la televisión? Elemento
disgregador de la familia en las últimas décadas, quizás durante la Navidad
servía para aunarla algo. Entonces había programas infantiles y familiares en
las pocas cadenas que teníamos. Todo estaba agrupado y era fácil de disfrutar.
Los programas especiales con cantantes y famosos vestidos de cotillón, siempre
Raphael, series de televisión que hacían capítulos especiales de Navidad, como
Farmacia de Guardia, o el ingenuo pero tierno Mr.Bean, y películas ya clásicas
y siempre memorables como Solo en Casa o Socorro Ya es Navidad. Risas y emoción
aseguradas en una televisión que se podía y gustaba ver. Las Navidades han
perdido su significado primigenio, pero más allá de la religiosidad de cada
uno, siempre las he visto como la fiesta de la familia, ese grupo propio en el
que uno se siente amparado ante el mundo. Tras el siempre fastuoso cambio de
calendario auspiciado por Martes y Trece, el culmen de todas esas jornadas era
la festividad de Reyes, la Epifanía, el momento final de las fiestas, donde la
ilusión de tantos días de espera rompía y desenfrenada se disponía a jugar en
mil y una historias. Las cabalgatas de reyes eran el prólogo, donde todos los
niños y algunos padres nos peleábamos por coger los caramelos y algún que otro
regalo que lanzaban los reyes y pajes desde las carrozas. Era una noche mágica
a la espera del amanecer, intentando escuchar algún ruido en el salón, y que al
no poder aguantar más acostado en la cama, se convertía en el día en que más
apetecible se hacía el madrugar. Y allí junto al belén monumental que todos los
años hacía mi padre estaban los regalos, objeto de deseo y exultante
celebración. Mis padres y mi abuelo Quico parecían más entusiasmados que mis
hermanos y yo. Pero uno creció. Desde hace un tiempo se añadió o diversificó
esa ilusión por el juguete. Lo impostado del Papa Noel es una de mis
subjetividades. Nada tengo que hacer contra la ilusión infantil y el devenir de
los tiempos, son los cambios en las costumbres que uno no comparte. Por eso
siempre he sido y seré de Reyes.
Pero
el verdadero protagonista de esta noche no es otro que Aurelio López Azaustre,
aquel por el que hoy estamos todos aquí congregados, creador del que puede ser
catalogado como icónico emblema de Ibi, su monumento a los Reyes Magos. Cuando
yo empezaba a soñar despierto con cada uno de mis juguetes y con esos mundos
que me imaginaba con ellos, Aurelio López Azaustre sin que él lo supiera se
acercaba al fin de sus días. Sin duda una muerte temprana, aún cuando podía
haber aportado a su familia y a la sociedad multitud de obras de arte y
campechana cercanía.
Aurelio
nació en Granada en 1925, como hijo de Juan y Aurelia. Seguramente Aurelio
disfrutaría de su niñez y de lo que era ser niño en aquellos convulsos años de
los 20 y los 30. De familia humilde, desconozco sus ilusiones infantiles pero con
el resto de chaveas del barrio, entre ellos su hermano, mi abuelo Juan, jugaban
a la pelota, hacían guerrillas con los niños de los barrios cercanos, se
bañaban en el río Genil cuando el tórrido verano granadino apretaba, e imagino
que tendrían algún rudimentario juguete de lata y otros simples materiales,
como el caballo de cartón que disfrutó mi otro abuelo. Debió de haber algún
juguete en casa, pues su hermana Rosarito, fallecida con año y medio disfrutó
en su corta vida de una muñeca rubia con ojos azules. La muñeca, como miles y
miles de aquellos juguetes que nos provocaron ilusión terminaron en el
vertedero, y sólo unos pocos permanecen como objetos museísticos en casas
particulares, o en Museos del Juguete como el que aquí se disfruta en Ibi.
Aurelio,
como los jóvenes de aquella época, tuvo que buscarse las habichuelas en su
primera juventud. Dado que él mostraría cualidades características del artista
que quizás su padre supo ver, con 15 años lo mandó al taller de imaginería
religiosa que tenía su primo José Navas-Parejo, famoso escultor y orfebre
granadino. Sólo fue el comienzo de una etapa de aprendizaje que le ayudó a
crear bellas y realistas obras escultóricas de imaginería religiosa, inspiradas
en el barroco granadino. Más tarde se abrió a nuevas formas de creación,
elaborando esculturas abstractas, así como otras de arte figurativo, como
desnudos o retratos. Con todas ellas iba ganándose el pan, vendía obras por
encargo, las presentaba a concursos y exposiciones, y fue creándose un hueco en
el panorama artístico granadino. A la par seguía formándose y tras su paso por
Valencia, consiguió un puesto de profesor en la Escuela de Artes y Oficios de
Granada, donde ayudó a que otros incipientes artistas encontraran su camino a
la hora de expresar el arte.
Es
sabido que una de las fiestas más importantes en Andalucía es la Semana Santa.
Aurelio supo plasmar la belleza de Jesucristo y la Virgen María en las tallas
que en varios lugares de Andalucía procesionan. La más celebrada, no sólo entre
los aficionados de la Semana Santa, en cuanto belleza y dramatismo de las
facciones es la Virgen de la Concha, de la Hermandad de la Concepción de
Granada. Insto a todos aquellos que les guste la cultura, la escultura y el
turismo a que se den un paseo un Jueves Santo por las calles de Granada para
admirarla, al igual que otra de sus obras, la Virgen de los Dolores el Lunes
Santo, ambas a los pies del embrujo del legendario Albayzín.
Una
de las obras cumbre de Aurelio, sin ser de imaginería religiosa, pero sí con
cierto carácter religioso es el monumento clave que hoy nos ocupa y que ustedes
conocen bien, porque han sabido cuidarlo y admirarlo durante este medio siglo. El
monumento a los Reyes Magos fue un homenaje al juguete y a la ilusión infantil,
siendo esta comarca importantísima en la industria juguetera. Fue entonces
cuando salieron sus figuras desde el Zaidín, mi barrio granadino donde Aurelio
las creó. En estos 50 años el conjunto ha visto jugar y crecer a miles de
niños, viendo cómo el entorno urbano de Ibi ha ido cambiando, siendo engullido
por altos edificios residenciales, en cuyas habitaciones seguramente se ha
jugado mucho en la festividad que el monumento precisamente homenajea.
Aurelio
realizó en 1974 el que por un tiempo fue el único monumento escultórico a los
Reyes Magos. Deambulando por Brasil, pasé fugazmente delante de una escultura
de los Reyes Magos que adorna la ciudad de Natal. Lo que hice entonces fue
acordarme de Aurelio y de Ibi. Esta comarca alicantina y Granada están unidas
por tanto por el nexo de los juguetes y de la tradición de los Reyes Magos ya
que la cercana Alcoy y Granada son dos de las primeras localidades donde empezó
esta bella costumbre. La estrella del monumento de Aurelio vuelve a brillar en
lo alto del conjunto gracias a muchos ibenses, después de aquel lamentable
accidente de hace unos años que casi le cuesta su integridad. Es el faro que
ilumina Ibi.
En
lo personal, debemos encontrar esa luz, esa estrella que nos guíe. Y a pesar de
que hoy las luces que nos llegan desde Oriente no son más que fulgores de
sufrimiento y destrucción, es cuando comprendo que la ilusión de estos días es
más necesaria que nunca, y luchar porque ésta pueda extenderse a lo largo de
todo el año, y a todos los rincones del mundo.
Después de todo lo dicho, en homenaje del tío Aurelio y agradeciéndoles su presencia y atención, con gozo declaro inauguradas las Fiestas de Invierno de Ibi. Disfruten en armonía con los suyos, tengan una Feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo. Hasta siempre y muchas gracias por todo.
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