lunes, 16 de diciembre de 2024

Pregón Fiestas de Invierno de Ibi 2024

Acabo de recibir uno de los mayores honores que he tenido en mi vida. El pasado día 13 fui el Pregonero que con mis palabras dio comienzo a las Fiestas de Invierno de la localidad alicantina de Ibi, pueblo amigo donde se encuentra una de las esculturas más afamadas de mi tío-abuelo Aurelio López Azaustre. Cuelgo en mi blog mi texto, para que quede constancia de las emocionadas palabras que pronuncié.

Pregón Navidad Ibi 2024


Muy buenas noches a todos. Muchas gracias por acogerme en esta dulce noche. Es una inmensa alegría para mí estar en esta amada localidad y poder dirigiros unas palabras.

Yo dando el Pregón de Navidad de Ibi desde el balcón de su Ayuntamiento Viejo entre Vicente Tamarit y Sergio Carrasco. Fotografía: Rafa Miró.

Antes de nada, he de agradecer al alcalde de Ibi y al presidente de la Asociación Reyes Magos que me hayan permitido estar hoy aquí representando a mi familia y homenajear y dar así testimonio sobre nuestro tío Aurelio López Azaustre. Pero sobre todo agradecer de manera intensa la ayuda y estima que siempre nos ha profesado la archivera de Ibi, María José Martínez Tribaldos, gran protectora de la figura de nuestro tío en estas tierras amigas.

 

Aunque en teoría estas fechas han de engalanarse de felicidad y alborozo, he de comenzar sin duda acordándome de aquellos que en fechas cercanas han sufrido la más triste de las desgracias. La tragedia que hace casi dos meses asoló buena parte de la provincia de Valencia dejando más de 200 fallecidos e incontables destrozos a miles de familias nos dejó hondamente entristecidos a todo el país, así que no puedo dejar de acordarme de todos los afectados y sumarme al homenaje a los fallecidos. La calamidad quiso quedarse en la región, y hace pocas jornadas otra tragedia golpeó a muchas familias aquí en Ibi. Un desgraciado accidente laboral segó la vida de tres trabajadores, dejando a otros tantos heridos. Mi mente está también esta noche con todas esas familias, manteniendo así para el recuerdo a Marcelo, Nelson Steven y José Manuel.

 

Vienen días de celebración, momentos maravillosos con familia y amigos que se reúnen por fin después de tanto tiempo. En Ibi además se conmemora estos días el medio siglo del monumento a los Reyes Magos, monumento que seguramente le dé imagen al exterior y sea su maravillosa carta de presentación. Estoy aquí no por mérito propio sino como representante de mi familia, para recordar en esta efeméride a Aurelio López Azaustre, insigne escultor que la realizó hace 50 años.

Agradezco que se haya pensado en mí para el homenaje, pues si bien no soy el primer miembro de la familia en recordar con sus escritos al tío Aurelio, ya lo hizo previamente el primo historiador José Luis Delgado, soy el primero de la segunda generación que intenta rememorar su figura y obra. Más allá de eso, soy uno más que ama este monumento, soy uno más que siente a Ibi muy cerca, y soy uno más que ama el invierno y la Navidad.

La Navidad, esa época del año esperada con ansia cuando éramos niños, semanas de un almanaque remarcado en rojo. Jornadas frías en lo climático, pero llenas de calidez interna, alimentada por un bello ambiente reinante. Sigo manteniendo esa querencia por estas fechas, quizás más por el recuerdo y la nostalgia, incrementado quizás por la melancolía innata de la que hago gala. Pienso que la Navidad, más allá de reuniones familiares, es una época para los niños, y en ese caso también para los padres y abuelos. Así que a pesar de mi amor por estas fechas, creo que en estos momentos me encuentro  en tierra de nadie, pues ya ni soy niño, ni soy padre y ni mucho menos abuelo. Para colmo de males soy trabajador del comercio, grupo para quien la Navidad es una época altamente denostada. De todos modos no pierdo la esperanza, ni el niño que llevo dentro y un día fui.

Estas fechas para mí, como seguramente para todos y cada uno de ustedes suponen el grato recuerdo de tiempos pasados. De aquel ambiente de jolgorio en casa y en las calles, del calor del hogar, de reuniones familiares, de nuestros mayores que ya no están, de aquellos juegos infinitos con hermanos y primos, de las aventuras en todo tipo de ferias navideñas, como nuestra Juveándalus. También de juguetes de un pasado que sigue muy presente en nuestra memoria, recuerdo todas las tipologías de Playmobil que tuvimos, mi Familia Potato, dinosaurios, ositos y peluches como mi perro Tristón, juegos de mesa y decenas de muñecos articulados. Los catálogos de juguetes de las tiendas eran un bien preciado para los niños de entonces, no sólo porque albergaban la carta que habría que mandar a sus majestades, sino porque sólo de ver sus ilustraciones ya uno podía volar con la imaginación. Eran juguetes que hoy son reliquias del pasado. Sobre la Navidad se une un cierto regusto en el paladar por todos esos sabores en la mesa durante estas fiestas, manjares que sólo se comían en estos días siempre en grata compañía, dulces y viandas varias que hacían salivar al dietista más preciado. Me acuerdo también de los villancicos de antaño, siempre con su aura de ternura al son de zambombas y panderetas, villancicos en latín como Adeste Fideles, villancicos cantados por niños vestidos de pastorcillos o por gitanos del Sacromonte. ¿Soy sólo yo o alguien más echa en falta villancicos tradicionales como antes? ¿Y cómo olvidarnos de la televisión? Elemento disgregador de la familia en las últimas décadas, quizás durante la Navidad servía para aunarla algo. Entonces había programas infantiles y familiares en las pocas cadenas que teníamos. Todo estaba agrupado y era fácil de disfrutar. Los programas especiales con cantantes y famosos vestidos de cotillón, siempre Raphael, series de televisión que hacían capítulos especiales de Navidad, como Farmacia de Guardia, o el ingenuo pero tierno Mr.Bean, y películas ya clásicas y siempre memorables como Solo en Casa o Socorro Ya es Navidad. Risas y emoción aseguradas en una televisión que se podía y gustaba ver. Las Navidades han perdido su significado primigenio, pero más allá de la religiosidad de cada uno, siempre las he visto como la fiesta de la familia, ese grupo propio en el que uno se siente amparado ante el mundo. Tras el siempre fastuoso cambio de calendario auspiciado por Martes y Trece, el culmen de todas esas jornadas era la festividad de Reyes, la Epifanía, el momento final de las fiestas, donde la ilusión de tantos días de espera rompía y desenfrenada se disponía a jugar en mil y una historias. Las cabalgatas de reyes eran el prólogo, donde todos los niños y algunos padres nos peleábamos por coger los caramelos y algún que otro regalo que lanzaban los reyes y pajes desde las carrozas. Era una noche mágica a la espera del amanecer, intentando escuchar algún ruido en el salón, y que al no poder aguantar más acostado en la cama, se convertía en el día en que más apetecible se hacía el madrugar. Y allí junto al belén monumental que todos los años hacía mi padre estaban los regalos, objeto de deseo y exultante celebración. Mis padres y mi abuelo Quico parecían más entusiasmados que mis hermanos y yo. Pero uno creció. Desde hace un tiempo se añadió o diversificó esa ilusión por el juguete. Lo impostado del Papa Noel es una de mis subjetividades. Nada tengo que hacer contra la ilusión infantil y el devenir de los tiempos, son los cambios en las costumbres que uno no comparte. Por eso siempre he sido y seré de Reyes.


Pero el verdadero protagonista de esta noche no es otro que Aurelio López Azaustre, aquel por el que hoy estamos todos aquí congregados, creador del que puede ser catalogado como icónico emblema de Ibi, su monumento a los Reyes Magos. Cuando yo empezaba a soñar despierto con cada uno de mis juguetes y con esos mundos que me imaginaba con ellos, Aurelio López Azaustre sin que él lo supiera se acercaba al fin de sus días. Sin duda una muerte temprana, aún cuando podía haber aportado a su familia y a la sociedad multitud de obras de arte y campechana cercanía.

Aurelio nació en Granada en 1925, como hijo de Juan y Aurelia. Seguramente Aurelio disfrutaría de su niñez y de lo que era ser niño en aquellos convulsos años de los 20 y los 30. De familia humilde, desconozco sus ilusiones infantiles pero con el resto de chaveas del barrio, entre ellos su hermano, mi abuelo Juan, jugaban a la pelota, hacían guerrillas con los niños de los barrios cercanos, se bañaban en el río Genil cuando el tórrido verano granadino apretaba, e imagino que tendrían algún rudimentario juguete de lata y otros simples materiales, como el caballo de cartón que disfrutó mi otro abuelo. Debió de haber algún juguete en casa, pues su hermana Rosarito, fallecida con año y medio disfrutó en su corta vida de una muñeca rubia con ojos azules. La muñeca, como miles y miles de aquellos juguetes que nos provocaron ilusión terminaron en el vertedero, y sólo unos pocos permanecen como objetos museísticos en casas particulares, o en Museos del Juguete como el que aquí se disfruta en Ibi.

Aurelio, como los jóvenes de aquella época, tuvo que buscarse las habichuelas en su primera juventud. Dado que él mostraría cualidades características del artista que quizás su padre supo ver, con 15 años lo mandó al taller de imaginería religiosa que tenía su primo José Navas-Parejo, famoso escultor y orfebre granadino. Sólo fue el comienzo de una etapa de aprendizaje que le ayudó a crear bellas y realistas obras escultóricas de imaginería religiosa, inspiradas en el barroco granadino. Más tarde se abrió a nuevas formas de creación, elaborando esculturas abstractas, así como otras de arte figurativo, como desnudos o retratos. Con todas ellas iba ganándose el pan, vendía obras por encargo, las presentaba a concursos y exposiciones, y fue creándose un hueco en el panorama artístico granadino. A la par seguía formándose y tras su paso por Valencia, consiguió un puesto de profesor en la Escuela de Artes y Oficios de Granada, donde ayudó a que otros incipientes artistas encontraran su camino a la hora de expresar el arte.

Es sabido que una de las fiestas más importantes en Andalucía es la Semana Santa. Aurelio supo plasmar la belleza de Jesucristo y la Virgen María en las tallas que en varios lugares de Andalucía procesionan. La más celebrada, no sólo entre los aficionados de la Semana Santa, en cuanto belleza y dramatismo de las facciones es la Virgen de la Concha, de la Hermandad de la Concepción de Granada. Insto a todos aquellos que les guste la cultura, la escultura y el turismo a que se den un paseo un Jueves Santo por las calles de Granada para admirarla, al igual que otra de sus obras, la Virgen de los Dolores el Lunes Santo, ambas a los pies del embrujo del legendario Albayzín.

Una de las obras cumbre de Aurelio, sin ser de imaginería religiosa, pero sí con cierto carácter religioso es el monumento clave que hoy nos ocupa y que ustedes conocen bien, porque han sabido cuidarlo y admirarlo durante este medio siglo. El monumento a los Reyes Magos fue un homenaje al juguete y a la ilusión infantil, siendo esta comarca importantísima en la industria juguetera. Fue entonces cuando salieron sus figuras desde el Zaidín, mi barrio granadino donde Aurelio las creó. En estos 50 años el conjunto ha visto jugar y crecer a miles de niños, viendo cómo el entorno urbano de Ibi ha ido cambiando, siendo engullido por altos edificios residenciales, en cuyas habitaciones seguramente se ha jugado mucho en la festividad que el monumento precisamente homenajea.

Aurelio realizó en 1974 el que por un tiempo fue el único monumento escultórico a los Reyes Magos. Deambulando por Brasil, pasé fugazmente delante de una escultura de los Reyes Magos que adorna la ciudad de Natal. Lo que hice entonces fue acordarme de Aurelio y de Ibi. Esta comarca alicantina y Granada están unidas por tanto por el nexo de los juguetes y de la tradición de los Reyes Magos ya que la cercana Alcoy y Granada son dos de las primeras localidades donde empezó esta bella costumbre. La estrella del monumento de Aurelio vuelve a brillar en lo alto del conjunto gracias a muchos ibenses, después de aquel lamentable accidente de hace unos años que casi le cuesta su integridad. Es el faro que ilumina Ibi.

 

En lo personal, debemos encontrar esa luz, esa estrella que nos guíe. Y a pesar de que hoy las luces que nos llegan desde Oriente no son más que fulgores de sufrimiento y destrucción, es cuando comprendo que la ilusión de estos días es más necesaria que nunca, y luchar porque ésta pueda extenderse a lo largo de todo el año, y a todos los rincones del mundo.

Después de todo lo dicho, en homenaje del tío Aurelio y agradeciéndoles su presencia y atención, con gozo declaro inauguradas las Fiestas de Invierno de Ibi. Disfruten en armonía con los suyos, tengan una Feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo. Hasta siempre y muchas gracias por todo.

María José Martínez Tribaldos, archivera de Ibi, yo Francisco José Canales López, pregonero, Sergio Carrasco Martínez, alcalde de Ibi. Fotografía: Miguel Ángel

Yo junto al monumento a los Reyes Magos de Ibi. Fotografía: Javier Canales López