Cada país, cada ciudad viven acontecimientos únicos que pueden ser guardados en lo más profundo de las mentes de sus habitantes, de todos aquellos que los vivieron in situ, y que de seguro mucho tiempo después son recordados con nostalgia si los acontecimientos han sido positivos. Uno de los acontecimientos más importantes que recuerdo de mi niñez tuvo lugar en el año mágico de 1992, siendo los Juegos Olímpicos de Barcelona uno de aquellos eventos que encandiló a medio mundo y que desde Granada vivimos con ilusión. Aquellas jornadas se tradujeron en imágenes, sonidos y sensaciones que se guardaron en lo más profundo de mi ser. Y como es habitual durante las Olimpiadas, su prolegómeno fue el paso de la antorcha olímpica en ruta hacia su destino, llevada por personas que se van relevando, entregándose tan prestigioso testigo. Siendo España protagonista de tan alta celebración deportiva, Granada fue observadora de lujo del paso del fuego olímpico en su camino a Barcelona. En concreto fue el 16 de julio de 1992, la antorcha recorrió las calles de la ciudad y mi familia y yo la vimos pasar en las cercanías del recién construido Palacio de Deportes, en la zona nueva de mi barrio el Zaidín. Mi padre, como flamante camarógrafo familiar dejó plasmado con su videocámara Sony en nuestras cintas caseras aquel acontecimiento tan importante para mi curiosa mente infantil.
Procedente de la Costa, la antorcha entró en Granada capital por la Avenida de Dílar tras haber pasado Armilla e hizo el recorrido por el Centro de la ciudad, turnándose los relevistas en el hecho de portar la llama, como cadena humana infinita que une a la Humanidad bajo un mismo fin. Mi familia y yo contemplamos aquello al final de la jornada, cuando la llama encarrilaba los últimos metros antes de llegar al Palacio de los Deportes, donde ésta pernoctaría en el pebetero antes de que siguiera su camino hasta la capital catalana. En concreto las imágenes en color que aquí muestro fueron grabadas por mi padre en la calle Andrés Segovia (entonces carretera de La Zubia), entre el ya desaparecido cine de verano Vergeles y la Iglesia del Ángel Custodio, una zona que recuerdo en esos momentos casi agreste, en comparación con la cantidad de nuevas zonas habitables y de esparcimiento de la actualidad. Los últimos que portaron la antorcha en Granada, según el diario Ideal fueron Salvador Jiménez, gerente del Patronato de Deportes, y Esteban Montiel, así que el relevista que la porta en mis imágenes debe ser alguno de ellos.
Momento único que permanece en las páginas de los diarios, inserto en la intrahistoria de la ciudad de cara a las nuevas generaciones que vengan curiosas por conocer lo que aquí se vivió. Que sirvan estas palabras para darle un emotivo añadido personal. Mis ojos lo vieron, y yo lo disfruté. Agradecido pues.
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