"Si yo pudiera volar....", podría decirse que siempre ha sido uno de los sueños eternos del ser humano. Por eso, cuando tengo la oportunidad de subirme a uno de esos enormes pájaros metálicos alimentados por queroseno, disfruto de la experiencia como si un niño fuera en un columpio nuevo. Hace pocas jornadas experimenté de nuevo el vigor de los motores del avión mientras recorría la pista de despegue con el morro apuntando al cielo. Y también, todo lo que hay más allá de la ventanilla y se va haciendo muy pequeño y distante. ¡Qué placentero y pacífico se ve todo desde las alturas! No me extraña que uno esté deseando 'volar' y sentirse libre. Del viaje último que realicé en avión, entre Madrid y Berlín, el trayecto de ida fue el más impactante de los dos, toda vez que siendo de día, se podía observar con detalle aquello que se mostraba más allá del fuselaje del aparato.
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Mar de nubes sobre el Océano Atlántico y la costa de la Aquitania francesa. En la foto, abajo en el centro la Duna de Pilat y el extremo del Cabo Ferret. |
El tráfico aéreo se hacía patente. No sólo se observaban de vez en cuando las estelas que la condensación provocada por los motores de otros aviones habían dejado en el cielo a su paso, sino que a veces nuestro propio avión volaba relativamente cerca de otro aparato en vuelo, o incluso por debajo o encima de aquellas estelas que otros aviones habían dejado unos momentos antes en el lugar por donde entonces pasábamos. Es el cruce de caminos de miles de vidas en vuelo, sueños y anhelos personales de un lado para otro del mundo.
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Sobrevolando la localidad de Arcachón frente a la Bahía homónima. En la parte de arriba de la foto el Cabo Ferret. |
Uno de los momentos más llamativos del trayecto de ida fue al fijarme en un lugar concreto de la geografía que abajo se me desplegaba. Entonces, erróneamente y extrañado pensé que podría tratarse de alguna zona de la costa oeste de Italia, creyéndolo por la ruta imaginaria que tracé en mi mente y que estaría llevando el avión. Pues en primer lugar pensé que el avión no sobrevolaría el mar, porque imaginaba que cruzaría los Pirineos y atravesaría el continente europeo siempre sobre tierra. Pero al ver al poco de despegar que bajo nosotros se encontraba la inmensidad del mar, pensé se trataría del Mediterráneo, pues Berlín está al este de Europa, y que la línea costera que de repente aparecía era de alguna localidad del NO de Italia, dado que el avión volaba rumbo norte y la costa se abría hacia el oeste. Pero en el viaje de regreso, ya de noche, el comandante de vuelo informó que estábamos sobrevolando la zona de Burdeos y Biarritz (Francia) y que pronto sobrevolaríamos los Pirineos, por lo que esa opción que no contemplé en su momento, pensé pudiera ser el lugar que en el primer trayecto pude observar. Por tanto, en la ruta real, el vuelo recorría primero el oeste de Francia para luego adentrarse desde allí al continente.
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Detalle de la localidad de Arcachón con su puerto bañado por la bahía. |
Así pues y con Google Maps, rastreando la costa atlántica del sur de Francia, rápidamente pude encontrar el paraje que vi con detalle y tremenda curiosidad. Se trataba efectivamente de una zona cercana a Burdeos. Los detalles de las fotos que tomé de la misma me mostraban una línea costera con dunas e irregular, que entonces me pareció pudiera ser la existencia de una isla frente a la costa, así como la existencia junto al mar de una localidad que poseía un puerto perfectamente visible con sus amarres de barcos. Todos esos detalles me han permitido reconocerla fácilmente, se trató de la localidad de Arcachón, situada a pocos kilómetros al SO de Burdeos. Ciertamente, los primeros rasgos que vi de la zona, eran identificables ahora, la Duna de Pilat (término de La-Teste-de-Buch) frente al banco de arena y reserva natural del Banc d'Arguin como entrada a la Bahía de Arcachón. La segunda línea de costa, paralela a la más oriental, resultaba ser el Cabo Ferret, una península que cerraba a la bahía por el occidente, creando una especie de mar interior separado del Atlántico por ese pequeño paso rodeado de bancos de arena. No se trataba por tanto de una isla, sino del extremo de un brazo de tierra que cerraba una bahía.
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El Océano Atlántico bajo un mar de nubes. Abajo a la izquierda dejamos atrás la localidad de Arcachón. |
En ese momento muchos en el avión dormitaban mientras duraba el viaje, yo en cambio me quedaba embobado junto al cristal de la ventanilla. Quizás es que ellos viajen tanto que un vuelo como el que yo disfrutaba para ellos ya no era una novedad. Y es que en los viajes no sólo se aprende y disfruta una vez llegado al destino, sino que asomado a la ventanilla del avión uno puede aprender mucho de
Geografía, de lo inmenso que puede ser nuestro planeta, y casi rozando el cielo, de nuestra ínfima escala humana ante el espectáculo que el Universo nos esconde.
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Imagen de Google Maps en la que aparece la localidad de Arcachón. Al oeste, el canal que da entrada a la Bahía de Arcachón. Y más al oeste el Cabo Ferret. |
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