lunes, 7 de abril de 2014

La muerte en la Granada de 1870

En mi discurrir a través de documentos antiguos (digitalizados o no) para documentar mi historia genealógica uno se va encontrando diversas curiosidades y datos variados sobre la sociedad del pasado. En la página de FamilySearch los 'mormones' tienen digitalizados miles y miles de documentos que nos ayudan a reconstruir nuestro árbol genealógico, y es con ellos como he empezado a bucear en los libros relativos a las defunciones, en mi caso los de Granada.


Vista de Torres Bermejas. De Manuel Gómez-Moreno González (1886). Fuente: Blog "La Alacena de las Ideas", de David R. Jiménez-Muriel (http://laalacenadelasideas.blogspot.com.es/2013/06/manuel-gomez-moreno-gonzalez-1836-1918.html).


Este tipo de documentación es muy importante no sólo para la Genealogía sino para el resto de la Historia (dentro de ella la Historia de la Medicina), pues no sólo comprenderemos la realidad social estudiada y su estructuración en barrios, sino que se pueden estudiar además el efecto de las diversas enfermedades o dolencias a lo largo del tiempo, a qué sectores sociales afectaban más, etc. Se podría investigar en este tipo de documentos en los registros civiles y parroquiales por ejemplo cómo algunas enfermedades son más comunes en ciertos barrios mientras que en otros se dan menos (distribución social, masificación de la población en ciertas zonas, urbanismo que facilita la propagación de enfermedades, etc).

Este escrito no es completo ni sistemático ya que por ahora sólo acierto a flotar encima de ese pasado granadino, es un primer acercamiento a los libros de fallecidos de esta localidad, en concreto el del año 1870 (durante el Sexenio Revolucionario). Por lo tanto las percepciones subjetivas que encuentre en los datos no hay que tomarlas por generales a falta de estudios más completos.

Para la Historia Social y la Historia de la Medicina nos servirá mucho descubrir de qué murieron nuestros antepasados. En estas páginas que nos facilita FamilySearch podemos observar todo tipo de enfermedades que llevaron al descanso eterno a todos estos granadinos, a saber: disentería; problemas gástricos (colitis, gastralgia, diarreas, gastroenteritis, fiebres gástricas, gastritis, siendo por lo general la denominación más común en barrios humildes la de diarrea y en los de mayor escala social, gastroenteritis o gastritis); enfermedades respiratorias como pulmonías, catarros, bronquitis; diversos problemas cardíacos ('afección del pecho'); hepatitis; escorbuto; reumas; enfermedades bacterianas como la erisipela, el tifus o la tuberculosis (tubérculos es la denominación que más he encontrado en barrios populares y la de tisis en clases medias y altas), la sífilis o la temida lepra (quince muertes a causa de ella en el Hospital de San Lázaro que era a la sazón la leprosería de la ciudad); así como otras enfermedades como la hidropesía, asmas, diversas úlceras, tumores y cánceres (nombre éste tan infrecuente entonces en esos documentos) y otros males con denominación más genérica e inconcreta como muertes por congestión cerebral, 'reblandecimiento del cerebro' (necrosis), 'calenturas', 'mal de orina', 'muertes repentinas', muerte por 'vejez', enfermedades 'intermitentes', fallecimiento por 'un dolor', parálisis y un largo etcétera.

A este largo listado de males habría que añadir un hecho por el que muchas mujeres (algunas de ellas solteras) morían. La causa de la 'enfermedad' que les llevó a su fallecimiento fue el 'embarazo' o 'sobre-parto'.  Por su lado, los niños, débiles por naturaleza se veían afectados dramáticamente por el designio de la mítica moira Átropos que cortaba el 'hilo de su vida' muy pronto. Las causas de la muerte de los niños eran por lo general: por 'dentición' (denominación atribuida a la muerte infantil durante la erupción dentaria); 'falta de desarrollo', 'endeblez', 'debilidad esencial' o 'un aire'; raquitis (raquitismo); tabes (¿a causa de la sífilis congénita?); sarampión; garrotillo o infección respiratoria; viruela; meningitis; o pulmonías (como las que en ese año de 1870 en cuestión de meses se llevó la vida de las hermanas (¿gemelas / mellizas?) Gabriela y Teresa Martín Garrido, primas hermanas de mi tatarabuelo, las cuales no tenían ni un año de vida cuando murieron). Muchos de los casos de muerte infantil eran realmente prematuros y ni siquiera los padres podían llegar a conocer a su hijo recién nacido, pues muchos nacían ya muertos o en el momento de nacer. En esos casos ante la ausencia de sacerdote que administrara el sacramento del bautismo, los recién nacidos eran bautizados in extremis por alguna matrona con 'agua de socorro' al comprender que la muerte del nacido era inminente y así evitar lo que ellos creían podría suponer la condenación eterna del niño al Limbo (influencia de la Iglesia en la sociedad y las costumbres del momento). Estos niños tan sólo han dejado a la posteridad un casi vacío formulario sin que nadie hoy día los eche de menos, aunque observando dichos documentos no puede uno más que entristecerse por esa vida vacua y efímera. Muchos de estos formularios están sin nombre, y otros con un nombre que sirvió de identidad momentánea a la criatura al serles impuesto por el facultativo de turno.

Tras el Hospital de San Juan de Dios (perteneciente a la Parroquia de San Justo), lugar de 'tránsito' final de muchos granadinos, la muerte abundaba en el Presidio situado en un antiguo convento de la calle Molinos (donde la mayoría de los confinados morían de tifus), el Hospicio (Hospital de Dementes) y en la Casa Cuna, como lugares de acumulación de gente desamparada de un entorno familiar apacible. En este último se contempla en los documentos una sucesión de niños apellidados únicamente por el genérico 'expósitos', que fallecen tras un breve y triste discurrir por un mundo que no los quería, acompañados únicamente por los llantos de 'hermanos' de viaje, en el que muchos de ellos podrían continuar, siendo ese apellido una de las dos cosas que les uniría, la otra era su padre, el abandono. En la Casa Cuna de Granada la muerte era una triste rutina, y en ese año de 1870 ésta se llevó a casi 400 niños.


Inscripción de la muerte de una niña 'expósita' en la Casa Cuna de Granada en junio de 1870. Fuente: "España, Provincia de Granada, registros municipales, 1607-1955," images, FamilySearch (https://familysearch.org/pal:/MM9.3.1/TH-266-11680-53511-14?cc=2015356&wc=MQ5H-9TL:391376201,391376202,391376203,391406001), España, Provincia de Granada, registros municipales, 1607-1955 > España, Provincia de Granada, registros municipales, 1607-1955 > Granada > Granada > Granada > Defunciones 1879 > image 299 of 332. 


Y por terminar con este macabro análisis de las muertes ocurridas en Granada en 1870 abro un apartado al que podría llamar 'Crónica negra o de sucesos' en el que se inscribirían las muertes accidentales o violentas. Muertes causadas por ejemplo por quemaduras, o diversas heridas accidentales como caídas de ancianos, el caso de una 'fractura de pierna' o heridas casuales que por ejemplo en tierras de labor se podían hacer muchos trabajadores del campo. Otro tipo de muerte no natural es el suicidio, como el de José Ruiz, un sirviente de 37 años de Lanjarón que se quitó la vida el 23 de agosto. En cuanto a las quemaduras podríamos citar las muertes de Antonio Mora Martín, niño de un año el 30 de noviembre; Francisco Sierra López niño de tres años el 7 de diciembre; otro niño de tres años y medio de Armilla, Rufino Expósito el 29 de diciembre; o meses antes la muerte de tres mujeres (Josefa Ortega Fernández, Concepción Ruiz Gómez y Concepción Merino) el 6 de agosto en un 'incendio en las Capuchinas' que destruyó viviendas situadas en esa plaza.

Otras muertes que llaman la atención debido a la anormalidad de la causa son las de Manuel Raya y Raya, que se ahogó en Monachil el 28 de mayo; José González Latorre, niño de tres años que muere también ahogado el 21 de octubre; María Santos García, valenciana que murió envenenada el 11 de septiembre; o el propietario Rafael Domínguez Marfil, que murió el 21 de noviembre por 'una herida causada por un tiro de escopeta'. Pero el grupo de muertes que más resalta es el que se detallan con la tipología siguiente: 'muerte violenta'. Al menos he podido encontrar quince de estas muertes. La primera me llamó mucho la atención, pues se trataba de la muerte de un niño de ocho años, Antonio Jiménez Ruiz el 8 de febrero. Si llamativa fue esta muerte, misteriosa fue la de otro niño que aparece registrado el 30 de mayo en el Hospital de San Juan de Dios, niño que procedía de Alcolea y del que se desconocen todos sus datos. El resto de fallecidos de manera violenta, muchos inscritos en el Hospital de San Juan de Dios son los siguientes: Francisco Sevilla (arriero el 30 de abril); Francisco Badia Castro (del campo, de Güejar Sierra el 13 de mayo); Sebastián Cabello y Caballero (panadero de Alfacar el 26 de mayo); Julián Padilla Ruiz (del campo, de Pinos Genil el 27 de mayo); Rafael Huertas Jiménez (del campo, de Jun, el 28 de agosto); Miguel Rojas Vélez (del campo, de Alfacar, el 29 de agosto); Antonio Mayán Aragón (quincallero, el 12 septiembre); Vicente Triviño (29 de septiembre); Juan de Puertas Ocaña (confinado en el Presidio del Realejo el 3 de noviembre); Manuela García Sánchez (anciana que vivía en Albolote y muere en el Albayzín el 6 de noviembre); Miguel Vico López (de Guadahortuna, que muere también en el Albayzín el 20 de noviembre); Rafael Romero Fernández (21 de diciembre); y Manuel Corrales (27 de diciembre).

Estos documentos nos ayudan a saber qué o cómo fue el momento final de nuestros ascendientes. Aunque podemos encontrarnos dificultades para reconstruir nuestra genealogía ante la aparición de alguna errata del escribano de turno que sin motivo aparente no añade el nombre del finado o incluso encontrarnos la muerte de alguien desconocido en cuya partida no se indican más palabras que 'se desconoce todo'; muertes anónimas que quedan en el olvido de gente que no podemos entroncar a priori con el resto de genealogía. Es el caso de la muerte el 28 de diciembre de Manuel, un hombre fallecido en la calle por congestión cerebral, del que se ignora su naturaleza, sus padres, su estado y su profesión, que le echan aproximadamente una edad 'como de 60 años' y le apellidan con el apodo por el que le conocían ('entendido por el Quinquillero'). Por lo demás hay que armarse de paciencia y rastrear entre hojas vencidas por el tiempo algún nombre conocido y empezar a tirar del hilo. Aunque ya llevo un año y medio rastreando mi pasado genealógico, no ha hecho más que empezar.


De Duelo. Óleo de José María López Mezquita (1924). Fuente: Flickr.

  • Fuentes:
  1. FamilySearch (https://familysearch.org/)
  2. Periódico La Idea, diario defensor de los derechos del pueblo (Granada)

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