Hoy, una semana después de uno de los momentos más tristes y emotivos que hemos vivido en lo que llevamos de año en España, hago una pequeña reflexión sobre la figura y la muerte del ex presidente Adolfo Suárez.
Tras la muerte de una persona los velatorios y entierros se convierten en un discurrir de laudatorias palabras sobre el finado, pero en este caso como personaje histórico que es, no hay que caer en la ñoña adulación edulcorada ni en la crítica absoluta por la crítica. Personaje importante y clave de nuestra Historia más reciente merece un análisis objetivo de toda su trayectoria política, y en eso los historiadores tendremos mucho que decir.
Político durante la dictadura franquista, falangista y jefe del Movimiento (hecho controvertido por el que se le critica, a mi entender de manera injustificada y acrítica históricamente), a la muerte de Franco se convirtió en una novedosa pieza maestra; bajo el mando del Rey Juan Carlos, fue timonel del proceso histórico de la Transición de la dictadura a la Democracia, momento crucial de reconciliación entre los españoles, etapa de la que se ha hablado fue modélica, pero no sólo tiene sus luces (que hay que tener muy en cuenta) sino que también tuvo sus sombras pues no fue un proceso ni pacífico ni fácil.
Su personalidad y capacidad para la comunicación fueron claves (y quizás de ahí su elección por el rey para el cargo de presidente del gobierno que pilotara la recién estrenada democracia), posibilitando así el encuentro entre 'las dos Españas', enfrentadas décadas atrás y que ahora vislumbraban un futuro juntas y en armonía. Pero pronto su figura fue un lastre para muchos desde múltiples sectores, y la amalgama de sensibilidades que había dentro de su partido UCD (partido creado ex profeso de las primeras elecciones democráticas en 1977) se rompió, quedando la soledad del presidente como bien refleja la foto anterior. Suárez que no se amilanó durante el golpe de Estado del 23-F quedó como digno epílogo para el final de una presidencia que se mantuvo firme hasta en los momentos más complicados.
El domingo pasado falleció tras una larga y penosa enfermedad neurológica, y con él se ha ido uno de los iconos de toda una generación, la de nuestros abuelos y nuestros padres, que poco a poco va muriendo. Suárez, hasta hace poco Historia viva en nuestros planes de estudio, ha pasado irremediablemente a ser Historia muerta, tránsito que nos hace recordar el discurrir del tiempo, de nuestro tiempo, de nuestra vida, de lo que nos ha acompañado como algo cotidiano y familiar como ciudadanos españoles.
Al desaparecer uno de los iconos de nuestro pasado más inmediato, icono de toda una generación, decoramos todo ese tiempo con las 'bandas sonoras' de aquella época, la Transición, tiempo de efervescencia política que dejó huella en las letras de las canciones. Es la música que acompañó a nuestras familias en esos trascendentales momentos. Son canciones de otra época, con letras y ademanes de un ayer que nunca volverá, son temas míticos que hoy día nos evocan nostalgia histórica de esa época pasada.
La canción con tintes políticos estaba a la orden del día, y se sumaba con ilusión a la nueva etapa abierta, invocando la libertad y la democracia, frente a la oscura etapa anterior. No hace falta decir que para muchos el tema número uno y que representa el sentir de la Transición es el 'Libertad sin ira' del grupo Jarcha.
Otro tema que invitaba a la población a sumarse al proceso democrático y a que se expresara mediante las casi desconocidas urnas electorales fue el 'Habla pueblo, habla' del grupo Vino Tinto.
Y por último otro de los temas con aire nostálgico, una canción elaborada para la campaña electoral de Adolfo Suárez en los años 80, ya fuera de las filas de la casi extinta UCD y como candidato del nuevo partido 'personalista' creado en torno a su figura, el CDS (Centro Democrático y Social), partido minoritario que no supo acaparar el apoyo y simpatía que Suárez tenía entre la población.
El velatorio popular que se le realizó solemnemente en el Congreso de los Diputados reflejó el cariño y estima que miles de españoles (ya fueran de su ideología o no) sentían por su figura. Le agradecían el 'haber posibilitado traer la Democracia', además de su carisma, su capacidad de consenso y el haber sido un político que miraba más por el bien común que en el bien particular o grupal. Largas colas de ciudadanos en una noche triste esperaban su turno expectantes ante el Palacio de la Carrera de San Jerónimo, despiertos, como aquella otra noche del 23-F, todos preocupados 'mirando por la Democracia', entonces por querer preservarla, y ahora por la despedida de quien fue una de sus 'matronas'.
Durante estos días, la clase política actual, tan enervada y ruin se agrupó en torno a la figura de Suárez, agradeciendo su sentido de Estado y alabando su figura política e histórica. En cambio, grupos que hoy día alaban su consenso, caso del PP, son adalides del anti-consenso, y otros grupos critican su figura porque según ellos la Transición se quedó corta porque reclamaban (entonces y ahora) una ruptura total con el franquismo, cuando lo mejor que podría haber pasado para la estabilidad política y social y la convivencia fue la reforma política desde dentro del sistema que se estableció finalmente. Otro que se sumó al carro de las alabanzas al ex presidente, y en mi opinión de manera falsa fue el presidente de la Generalitat Artur Mas, que utilizó su figura de manera partidista e interesada reclamando altura de miras para el actual proceso independentista en Cataluña. Creo que en la Transición se fue altamente generoso con las 'nacionalidades históricas' tras la necesaria restitución de la Generalitat por ejemplo. Ésta en cambio, desleal, en manos de nacionalistas e independentistas desde entonces utilizaron esa generosidad y una Constitución Española como la de 1978 para minarla por dentro y servirse de ella para intentar romperla. Pero ese ya es otro tema.
Las banderas a media asta nos recordaban el luto nacional que afligía a casi todo el país y la hermandad ciudadana al quedarnos algo más huérfanos de referentes políticos válidos. Suárez, como agradable y apacible abuelo, murió sin recordar quien fue, pero su importante legado hará que generaciones futuras recuerden siempre la figura de uno de los mejores políticos que ha tenido y tendrá nuestro país.