El pasado mes de mayo participé en el V Certamen de Relatos cortos "Conrada Muñoz", que organiza la Fundación Sociedad y Justicia en memoria de Conrada Muñoz Herrera, madre de un funcionario de prisiones y primera víctima de ETA en la provincia de Granada. El relato, cuya temática debía estar relacionada con el mundo carcelario, lo titulé "Una flor tras los barrotes". Hace pocos días se ha conocido el fallo del tribunal, y de entre los 270 participantes mi relato no ha resultado ganador, siendo la ganadora la madrileña Carmen Peña Valdivia, con su relato "Por fin soy libre".
Cuelgo en mi blog el relato que escribí por si a alguien le interesara leerlo, junto a un dibujillo que realicé entonces para ilustrarlo. Desde aquí felicito a Carmen Peña por su victoria en el certamen. Espero que os guste.
Una flor tras los barrotes
Un día cualquiera...
De nuevo mi madre me había regañado por ver la tele,
ya que tendría que estar haciendo mis deberes. Mientras me mandaba a mi cuarto
a estudiar, lo hacía con esas mismas palabras que ya conocía de carrerilla,
‘para que mañana sea un hombre de provecho’. Me decía que la televisión era una
ventana al mundo, pero una ventana llena de cosas ‘feas’ y poco recomendables
para un niño de mi edad. Siempre, al poco de ponerme con mis tareas solía
hartarme rápidamente y me sentaba junto a la ventana a ver el ambiente de la
calle, el trasiego de camiones, ambulancias, gente que iba de un lado para
otro, la vida en movimiento... Mi mente de niño no quería entonces hacer otra
cosa.
Pero al otro lado de la avenida esa vida se
convertía en tenebrosa pues se levantaba con aires tétricos la prisión de la
ciudad. Un viejo edificio que según mis padres llevaba en el lugar desde hacía
muchos años y por el que me daba miedo acercarme, pues solía evitar pasar por
delante como si la jaula de un león se tratara. Mi ventana daba a un lateral de
la cárcel, ésta rodeada por un alto muro coronado por alambres y ‘pinchos’ para
evitar que los presos pudieran escapar.
Mirando de nuevo el lateral di con la ventana de
siempre, una escuálida abertura sujetada por anchos barrotes. Y como siempre,
tras ella, el mismo oscuro hombre. Cuando lo vi miraba hacia abajo, al infinito
de su asiento, seguramente recordando algo y lamentándose de su situación.
Llevo viéndolo desde que tengo conciencia, ya no me asusta verlo como antes
pues se ha convertido en un vecino más, y del miedo que me provocaba ahora
siento pena. No sé como se llama, ni el delito por el que está ahí, pero se ha
convertido en alguien tan familiar que lo he bautizado para mí como Rostro
Negro, pues negro es el habitáculo que lo envuelve y negros los recuerdos que
su rostro transmite.
~
De repente un estruendoso golpe metálico al final
del pasillo de la galería hace que despierte de mi ensimismamiento. No sé por
cuánto tiempo habré estado con la mente perdida mirando a la nada, pero la
sombra que de la calle entra en la celda me hace pensar que bastante. De nuevo
los mismos pensamientos, las mismas imágenes, esos rostros que me impiden
dormir y me acompañan a cada momento, rostros de pena y sufrimiento que me
martirizan.
Alejo la mirada de mi pesadumbre mental y miro a la
calle desde mi pequeña ventana, pues cada vez que eso me pasa busco mi
momentánea salvación fuera. Y sí, como siempre ahí está. Esa cara amable,
comprensiva y angelical que me mira desde una ventana al otro lado de la
avenida. Nos miramos largo rato, no hace falta que nos digamos nada, sus ojos
lo dicen todo, él me ayuda a sobrellevar mi condena. Le he tomado gran cariño
al chavea, aunque no sé ni quien es ni cómo se llama, para mí es como si
formara parte de mi familia; de hecho le conozco en la soledad de mi celda como
Luisillo, al igual que el hijo de una de mis primas, ya que me recuerda mucho a
él. O al menos me recordaba, porque ese niño ya habrá crecido y será un adulto.
Ahora él es lo más cercano que tengo a lo que fue mi familia.
Un día cualquiera varios
años después...
Llego cansado a casa procedente del Instituto.
Después de comer me voy a mi habitación a descansar un rato. Rostro Negro está
en su ventana mirando fijamente por ella al tejado de la cárcel. Su cara ha
cambiado conforme han ido pasando los años, arrugado y con canas ya no le veo
tan temeroso de su situación, incluso hay algunos momentos en los que desde
nuestra distancia creo verle una pizca de felicidad. Cuando nos miramos ya me
sonríe. Me voy, tengo cosas que hacer.
~
Entro en mi celda después del almuerzo en prisión, y
es ahora cuando me relajo. Si antes contemplaba estas cuatro paredes como un
conjunto de ásperos ladrillos que me ahogaban en un profundo desconcierto
vital, ahora las veo como mi refugio. Me cobijan del mal que hay fuera, ese mal
en el que comprendí yo formaba parte y que me destruía por dentro. Las caras
que antaño me atormentaban son las que me han ayudado, ahora son mi compromiso.
Me siento junto a la ventana y por suerte al rato
aparece Luisillo desde la suya. Conforme ha ido creciendo se iba asomando menos
y nuestros encuentros visuales se han ido haciendo más esporádicos. Cada vez
que lo he ido viendo a lo largo de los años iba cambiando poco a poco, le he
visto crecer y ya es todo un apuesto joven. Le sonrío, me corresponde. Tengo la
sensación de que es un ‘hombre de bien’, que mi merecido enclaustramiento le ha
servido de aprendizaje. Estoy orgulloso de él.
Se aparta de la ventana y se va. No sé cuando ni si
lo volveré a ver, pues ya queda poco para que cumpla toda mi condena. Pronto
volveré a ser libre. Miro por la ventana de mi celda. Ésta da al tejado de una
de las galerías inferiores. El tiempo transcurrido ha hecho que las tejas estén
recubiertas por líquenes y otros hierbajos. Junto a mi ventana, de entre esos
hierbajos hace poco nació una preciosa y solitaria flor, un atisbo de esperanza
ante los días venideros.
~
Luisillo ya no aparece por su ventana, estará ocupado
en su vida de adolescente. Los últimos meses los he ido pasando observando la
dulce flor que me acompaña desde el otro lado de la ventana. Es mi nueva amiga
y compañera, con la que pienso en cómo será mi futuro, la que me transmite
ilusión. Me reflejo en la flor, ambos estamos presos de la misma cárcel, pero
su naturaleza es así de estática, la de permanecer en un mismo sitio para toda
su vida, sólo mecida por la momentánea brisa de la mañana mientras es
acariciada por multitud de insectos. La mía no, en cambio ella es pura y bella
por naturaleza; aunque si mi horrendo crimen me va a acompañar siempre como
lastre, éste no me hundirá y saldré adelante con mi nueva vida. Estoy
impaciente, en pocos días saldré a la calle por fin.
~
Hace frío en la celda, fuera hay una tormenta como
hace mucho tiempo no ha habido. Me asomo mientras me arropo más fuerte con la
manta. Cortinas de lluvia laterales golpean el tejado mientras mi flor se mueve
violentamente golpeada por el viento, casi todos sus pétalos han desaparecido,
se está muriendo. La miro fijamente. Una racha de viento fortísima la arranca
de raíz y se la lleva para siempre de mi lado. Ahora es libre de su prisión
innata, pero está muerta. Mañana es mi día, seré libre, y volveré a estar vivo.
Estoy nervioso.
~
No he podido dormir en toda la noche. La tormenta
amainó y ha amanecido con un tímido sol saludando entre las grises nubes que se
van alejando. El día ha llegado, dejo por fin estas cuatro paredes entre las
que he vivido largos años purgando mi crimen. Al salir por la puerta principal
respiro profundamente y lleno mis pulmones de energía y vida. Nadie me podía
esperar a mi salida, así que recojo mi petate del suelo y emprendo camino.
A la par, unos cuantos pasos más adelante...
Vuelvo pesaroso a casa. He suspendido tres
asignaturas este trimestre, y para colmo he tenido una fuerte discusión con mi
novia. Hasta después de Reyes no la podré volver a ver, espero que el año nuevo
empiece mejor a como ha terminado este. Mientras voy pensando en mis problemas
una cara conocida me sobresalta a la vuelta de la esquina. Es Rostro Negro y
está libre. También se ha parado en seco delante mía, me ha reconocido. Está
muy viejo, pero rebosa alegría. No nos decimos nada, sólo nos miramos
complacientes. Nunca supe el motivo por el que estuvo preso, pero me alegro de
que esté libre, pues se nota que arrepentido de lo que pudo hacer marcha como
un hombre nuevo. Tras unos segundos, no sé si algún minuto, proseguimos
nuestros caminos. No hizo falta decirnos nada, su mirada lo hacía. Tras andar
unos metros me giré para verlo marchar, ahí iba bajando la calle con su macuto
al hombro. No sé donde irá, es la última vez que lo voy a ver, le echaré de
menos. A él le debo mucho.
Mientras al otro lado de la
mirada...
Conforme voy andando pienso en el trayecto que he de
tomar. ¡Tanto tiempo pensando en mi libertad y ahora me encuentro hecho un lío!
No sé qué camino coger. Al volver la esquina de repente veo a Luisillo venir
hacia mí. Me quedo impresionado de verlo tan cerca y tan grande. No huye
asustado, pero se sorprende al verme. Nos quedamos el uno frente al otro
quietos mirándonos sin decirnos nada. En su cara veo un sentimiento de alegría
por mí y en su mirada a aquel niño que me observaba desde su ventana. Será un
gran hombre, eso me reconforta. Nos sonreímos y nos despedimos con un leve
movimiento de cabezas. Voy bajando la calle, tengo todo un camino por delante.
No sé dónde iré, pero el mundo es muy grande y hay mucho bien que realizar.
Gracias Luisillo...
Francisco J. Canales-"Azaustre"
- Enlaces a noticias del fallo del tribunal y listado de finalistas: