miércoles, 23 de marzo de 2016

La Tierra desde el cielo (IV): el Delta del Ebro

Si las anteriores entregas de esta sección visual desde los cielos fueron en base a imágenes tomadas gracias a Google Maps, en esta cuarta entrega cambio el medio y utilizo uno propio. Y es que a la aventura que supone subirse en un avión en cuanto a inyección de adrenalina en el cuerpo, habría que sumarle las maravillosas vistas de nuestro planeta a miles de metros de altitud y disfrutar en cierta manera lo que un ave puede sentir en su planear diario.



A pesar de que las veces que me he subido a un avión y he volado las puedo contar con los dedos de una mano y un dedo de la otra, he sabido sacarle emoción e increíbles sensaciones a aquellos vuelos. El último de ellos fue hace más de dos años, en noviembre de 2014 cuando volaba de regreso a Granada desde Barcelona. Gracias a la pasajera que iba sentada junto a la ventanilla, que me cambió el asiento al ver mi obsesión por observar lo que más allá del cristal había, pude ser testigo de un magnífico atardecer sobre tierras hispanas que me maravilló. Conforme el avión iba en dirección sur sobrevolando la casi regular costa del levante español, de repente algo novedoso apareció y pude divisar perfectamente un inmenso entrante de tierra en el mar, fácilmente identificable gracias a los conocimientos adquiridos desde bien temprano en el colegio en las clases de Geografía. En esos momentos estábamos sobrevolando el Delta del Ebro en la provincia de Tarragona.



Bajo la luz del ocaso, el serpenteante río Ebro se abría paso en dirección al Mediterráneo dejando a su lado tierras inundables, arrozales y un extensamente rico Parque Natural, así como sus dos característicos brazos de tierra o penínsulas, al norte la Punta del Fangar, y al sur la Punta de la Banya. En esa pequeña cápsula volante en la que nos encontrábamos a tantos metros volando sobre el mar, uno no podía más que contemplar pensativo la lejanía del mundo e imaginar las vidas que ahí abajo sucedían, aquellos agricultores que terminaban su jornada o solitarios pescadores adentrándose en otra inmensidad como era la del mar. Desde la tranquilidad y el sosiego del aire, todo era diferente.



miércoles, 16 de marzo de 2016

Patrimonio artístico granadino destruido entre 1931 y 1937

Gracias a mis recientes labores bibliotecarias pude dar con un documento muy importante para el estudio de la historia de la violencia política y social ocurrida en España a lo largo de la conflictiva década de 1930. Se trata de La destrucción del tesoro artístico de España. Informe sobre la obra destructora realizada por el marxismo en el patrimonio español de arte, de 1931 a 1937, un listado compilado en 1938 por Antonio Gallego y Burín (1895-1961), que más tarde sería alcalde franquista de la ciudad de Granada, y que en ese momento era presidente de la Comisión Provincial de monumentos de Granada. El motivo del libro, unir en un documento la relación de arte, sobre todo religioso, destruido a lo largo de esos años a manos de la izquierda política y social, o como en aquel momento desde una perspectiva franquista denominaban ‘a manos de los marxistas’. Las Comisiones Provinciales hicieron inventario del patrimonio artístico que a lo largo de las provincias se dañó o perdió para siempre a causa de los ataques perpetrados por grupos de personas cuya ideología se enclavaba en la dialéctica de la lucha contra el orden social establecido, y sus máximos representantes, Nobleza y Burguesía y Clero; un inventario que pretendía ser testimonio de cara al exterior de lo que ellos consideraban barbarie y anarquía de la ‘hoz y el martillo’.

La destrucción supuso una importante pérdida para el arte de nuestro país, perdiéndose para siempre obras de incalculable valor como un Crucificado de Pedro de Mena en la malagueña iglesia de Santo Domingo o un lienzo de San Sebastián en el Seminario de Málaga, obra de José Ribera ‘el Españoleto’. Otras, dañadas dramáticamente tuvieron que ser restauradas al concluir la Guerra Civil, como es el caso del Alcázar de Toledo. La animadversión hacia la clase religiosa resultó de fatales consecuencias no sólo para la vida de muchos religiosos, sino que la furia iconoclasta nos hizo perder para siempre tallas o monumentos que ahora puede que tan sólo queden en algunas fotografías en blanco y negro.

A continuación muestro la relación de arte que fue dañado o destruido en nuestra provincia de Granada y que fue descrito en las localidades que en ese momento estaban en manos del bando franquista, así como algunas fotos que ilustran el monumento o el estado en que quedó tras los ataques, extrayéndolo todo de este libro.

Ciudad de Granada

El autor comenta que Granada se libró de los ataques a partir del 21 de julio de 1936 cuando se incorporó al ‘glorioso Movimiento Nacional’, pero que anteriormente ya había sufrido atentados el 11 de mayo de 1931 hasta el 10 de agosto de 1932, y luego desde el 9 de diciembre de 1933 al 10 de marzo de 1936.

-Iglesia parroquial de San Nicolás.
Fue incendiada el 10 de Agosto de 1932 (día que ocurrió el golpe de estado fallido conocido como la Sanjurjada), quedando destruida quedando tan sólo los muros en pie. Desaparece toda su decoración y retablos del siglo XVIII entre los que el autor menciona uno dedicado a la Inmaculada y un tabernáculo  (1797-1802) realizado por Juan Salmerón; el púlpito de igual época, un cuadro del siglo XVII de Melchor de Guevara; dos esculturas de San Nicolás (una de un retablo de 1539-1542 de Esteban Sánchez, y la otra del siglo XVIII de Juan José Salazar), así como otras obras de menor interés, e incluso la Cruz de piedra que había en el centro de la plaza frente a la iglesia.


Dibujo del interior de la Iglesia de San Nicolás
Interior y Capilla Mayor de la Iglesia de San Nicolás tras el incendio sufrido en agosto de 1932

-Iglesia de San Luis.
Levantada sobre la antigua mezquita de Azafa en 1526, se vio afectada por un incendio el 9 de Diciembre de 1933, quedando destruida y perdiéndose todas las obras que albergaba: techumbre de alfarje realizada por Juan Ruiz, detalles barrocos, el retablo mayor del siglo XVIII con esculturas de San Luis y la Virgen (siglo XVI) y de San Agustín y Santa Isabel de los Abades (siglo XVII), otro retablo del siglo XVIII en la capilla del Cristo de la Luz con su imagen; un San Juan de Dios de la escuela de José de Mora, además de otros retablos, estatuas y cuadros. Además su archivo parroquial resultó destruido en 1936 cuando fue incendiada la Iglesia del Salvador, que lo conservaba cuando fue suprimida como parroquia en 1842.


Iglesia de San Luis, destruida en 1933.

-Iglesia de San Cristóbal.
Construida a principios del siglo XVI, se la intentó incendiar el 10 de Marzo de 1936, pero los incendiarios tan sólo llegaron a quemar la puerta de entrada de la iglesia. Pero en su interior realizaron una pira amontonando los bancos de la misma con las imágenes y cuadros que en ella había, desapareciendo ahí mismo. Entre los objetos destruidos había una pequeña escultura de la Virgen, una de San José, una escultura de vestir de una Dolorosa del siglo XVIII, un San Benito del siglo XVII, así como diversos cuadros. A la imagen de San Blas le fueron cortadas cabeza y manos, conservándose el resto de la imagen. La estatua policromada de San Cristóbal de Baltasar de Arce resultó dañada por el humo del incendio, cuyo retablo de Juan de Maeda de 1560-1565 quedó destrozado. El archivo parroquial también se perdió en el incendio de la Iglesia del Salvador de 1936.

-Iglesia parroquial del Salvador.
Levantada donde se encontraba la Mezquita Mayor del Albayzín, proyección del discípulo de Diego de Siloé, Juan de Maeda, y continuación de Juan Martínez y Juan de la Vega. Se intentó incendiar esta iglesia el 9 de Diciembre de 1933 durante la insurrección anarquista que se levantó en el país durante aquellas jornadas. Tan sólo se causó deterioros en algunas obras de arte. Pero posteriormente se causó su destrucción completa el 10 de Marzo de 1936, tanto del edificio como lo que él contenía. Sólo quedaron en pie muros y arcos. Fue pasto de las llamas: el alfarje de la capilla mayor, la armadura mudéjar, el coro del siglo XVIII, todos los altares, retablos e imágenes. Y lo que el fuego no consumió, fue destruido (púlpito, pilas, Sacristía, archivo, vivienda rectoral y de sacristanes,…). El ataque causó también daños a la parte que se conservaba de la antigua mezquita en el jardín de la parroquia. Algunas de las obras perdidas fueron las esculturas de San Martín y San Blas (de 1604 por Bernabé de Gaviria), la Virgen de los Remedios (siglo XVII), la Virgen de Loreto (de 1629 por Alonso de Mena), un San José (del siglo XVIII del círculo de Felipe González), la imagen de Cristo recogiendo la túnica dentro de una urna del siglo XVII, de José de Mora, así como otras de menos valor. Las pinturas destruidas son: un cuadro de la Transfiguración y otros dos de San Miguel y la Imposición de la casulla a San Ildefonso, atribuidos a Pedro de Moya (siglo XVII), una Purísima (de la misma escuela), otra del pintor granadino Ambrosio Martínez (siglo XVII), una tabla del Ecce-Homo atribuida a Morales, una copia de la Quinta Angustia de Van Dick, dos retratos de Felipe V y su esposa, un Crucificado del siglo XVII, y dos Inmaculadas, una anónima, y la otra de Pedro Atanasio Bocanegra, discípulo de Alonso Cano, etc. Queda destrozada la pila de agua bendita, siendo una taza de fuente árabe, se pierden cuatro custodias de plata, diez cálices, una cruz de plata, tres portapaces, así como otros ornamentos. El Archivo se pierde por completo (que además englobaba los de las suprimidas parroquias de San Luis, San Cristóbal, Santa Isabel de los Abades, San Gregorio, San Bartolomé), siendo esto además un verdadero drama para los genealogistas que como yo, tenemos buena parte de nuestro árbol genealógico en aquella zona del Albayzín, así como para historiadores que han perdido con ello una magnífica fuente de conocimiento histórico, pues los documentos destruidos llegaban hasta principios de siglo XVI. De la destrucción tan sólo se salvó un relieve del Salvador de Gaviria, una Purísima, una Virgencita con el Niño del círculo de Alonso de Mena, un Crucifijo de la escuela de Pablo de Rojas, y las estatuas en madera del Salvador y la Virgen, ésta de Diego de Siloé, pero que resultaron dañadas por las pedradas de las que fueron objeto al estar colocadas en las dos portadas de la iglesia.


Iglesia del Salvador destruida en 1936.
Estado en que quedó la Capilla Mayor de la Iglesia del Salvador tras el incendio de 1936. Era obra de 1592 de Juan Martínez y Juan de la Vega, discípulos de Diego de Siloé.

Lienzo de 'La Transfiguración', de Pedro de Moya, destruido en el incendio en 1936 de la Iglesia del Salvador.

'Virgen de Loreto', obra de 1629 de Alonso de Mena, destruida en 1936 en el incendio de la Iglesia del Salvador.

'Cristo recogiendo la túnica', obra de José de Mora, destruida en 1936 en el incendio de la Iglesia del Salvador.

-Convento de Santo Tomás de Villanueva.
Residencia de monjas agustinas del siglo XVII junto a las murallas del Albayzín con una Iglesia. Sufre varios intentos de incendio tras la Sanjurjada de 1932, y el 10 de Marzo de 1936 se destruye por completo su interior, así como la Iglesia. Se pierden los coros, un cuadro de la Sagrada Familia del pintor José Risueño (siglo XVII), esculturas de la escuela andaluza y otros lienzos. Se rescataron obras destrozadas de su sótano, como tres esculturas de santos agustinos del siglo XVII, una de ellas con la cabeza cortada, y otra de Santo Tomás que se ubicaba en la hornacina de la puerta y que fue destrozada a pedradas. Los violentos asaltaron el convento, llevándose puertas y ventanas, así como destrozando las cruces de las tumbas de su cementerio.


Esculturas de santos agustinos que estaban en el Convento de Santo Tomás de Villanueva y que resultaron dañadas en el asalto e incendio del convento en 1936.

-Iglesia de San Gregorio Bético.
Construida a partir de 1583, sufrió un intento de incendio el 10 de Marzo de 1936, resultando afectada tan sólo la parte destinada a convento de las monjas dominicas.

-Ex Convento de Belén.
Fue residencia de los Mercedarios y tras la Desamortización del siglo XIX se convirtió en prisión, albergando una iglesia barroca de 1708. El autor la incluye aquí entre caso de violencia anticlerical, pero fue demolida por una decisión del Ayuntamiento de Granada en 1933 en contra de los informes de los organismos técnicos.

-Cruces, capillas y hornacinas.
Derribadas muchas cruces que se levantaban en plazas y otros rincones desde los siglos XVI y XVII. Algunas fueron reconstruidas posteriormente. A partir de agosto de 1932 tras la Sanjurjada, se destruyeron las Cruces de la Rauda, San Miguel, San Bartolomé, la de la Alhambra, la de la Cruz Blanca, San Nicolás, San Gregorio, Sacro Monte,… Se destruyeron igualmente varias capillas como la de San Cecilio ubicada en las murallas del Albayzín desde 1752. Y diversas hornacinas barrocas les fueron arrancados sus lienzos o esculturas, como la del camino del Sacro Monte, la Cuesta del Chapiz, San Luis, Aljibe del Trillo,….

-Teatro Isabel la Católica.
Fue edificado entre 1864 y 1865 e incendiado el 10 de Marzo de 1936, quedando totalmente destruido. Lo único reseñable del edificio era su techo con alegorías de las Artes, pintado por Eduardo García Guerra, imitador de Fortuny, el telón de boca de José Marcelo Contreras y otras decoraciones de Manuel Dardella.

-Casino Principal.
Incendiado el 10 de Agosto de 1932 durante la Sanjurjada. En él se conservaban tres cuadros del pintor Manuel Gómez-Moreno González (siglo XIX) así como otros de Gabriel Morcillo y Tomás Muñoz Lucena, que resultaron destruidos.

-Daños causados por la aviación marxista de 1936 a 1937.
Durante la Guerra Civil, el autor menciona los destrozos causados por el bando republicano a algunos monumentos de Granada, sin graves daños: Palacio del Colegio Notarial del siglo XVIII, Hospital de San Juan de Dios del siglo XVII, Iglesia de los Santos Justo y Pastor del siglo XVI, Sacro Monte del siglo XVII, éste último si se vio afectado gravemente por la explosión de tres bombas. La metralla afectó además levemente a la Alhambra, el Generalife, la Capilla de los Reyes Católicos y la Catedral, en cuya casa de Sacristanes explotó una bomba.

Relación de daños de algunos pueblos de la provincia, que en la fecha de la realización del texto en 1937 ya habían sido tomados por el ejército franquista durante la Guerra Civil.

Alhama

-Iglesia Mayor parroquial de la Encarnación.
Fundada por los Reyes Católicos, la concluyó el arquitecto Enrique Egas. Fue asaltada en 1936, pero se salvó su estructura al ser completamente de piedra, y fue destinada a refugio de personas y animales, no sufriendo por tanto grandes daños. Pero todo lo que contenía, retablos, órganos, cuadros, imágenes,… se han perdido, quedando tan sólo trozos de la cabeza de una Inmaculada del siglo XVIII y los rostros de una Virgen de los Dolores, un San Rafael y un Niño Jesús. Tan sólo se salvaron cinco cuadros dada la altura en la que estaban colocados. Y de piezas de metal se han salvado algunas de escaso valor y muy deterioradas. Se pudo recuperar un conjunto de ropas litúrgicas del siglo XVI, quizás obra de Francisco Barrientos. En cambio el archivo parroquial desapareció completamente.


Cabeza de Inmaculada de la Iglesia parroquial de Alhama, cuando fue saqueada en 1936.

-Iglesia del Carmen.
Iglesia de finales del siglo XVI que formaba parte de un convento desaparecido. Aquí se instaló la Casa del Pueblo, quedando pues desmantelada, y destruidos los retablos (excepto unos de yeso y la decoración del camarín), entre los que había uno de los mejores granadinos de época barroca, así como imágenes y pinturas.

-Convento de San Diego.
Conjunto de edificios cuya iglesia sufrió graves daños, y ennegrecido por los humos resultantes del incendio sufrido. Sus campanas fueron desmontadas, los altares y retablos destruidos, así como cuadros e imágenes. El resto de edificios se hundieron y quemaron, destruyéndose las pinturas de su claustro. Se derribó la imagen de la Inmaculada del siglo XVIII que se ubicaba en el jardín. Incluso los sepulcros se profanaron, extrayéndose los cadáveres.


Iglesia del convento de San Diego tras el saqueo sufrido en 1936.

Tumbas profanadas en el convento de San Diego en 1936. Sobre los nichos, los revolucionarios escribieron irónicamente: "Respetad a los muertos"

-Ermita de los Remedios.
Del siglo XVI, se convirtió en vivienda a manos de ‘los marxistas’, arrancando de ella los retablos. Se salvó la ornamentación de yeso de las bóvedas y las pinturas del camarín. Se destruyeron unas pinturas murales del siglo XVI.

-Ermita de las Angustias.
Edificio del siglo XVII que resultó ennegrecido por las hogueras, pero que se salvó por haber servido de vivienda. De su interior desaparecieron retablos, cuadros e imágenes.

-Ermita de la Virgen de la Peña.
Quedó en la misma situación de la Ermita anterior.

Almuñecar

-Iglesia parroquial Mayor.
Se terminó en el año 1600. Se destinó como polvorín a mano de ‘los rojos’, y el autor comenta que tras ser ‘reconquistada Almuñecar’ sufrió un bombardeo por la ‘aviación marxista’, pese a lo cual su estructura no sufrió grandes daños. De su interior se destruyeron todos los retablos (en su mayoría del siglo XVIII), los cuales se utilizaron para leña. Además se pierden casi todas las esculturas, entre las cuales se incluyen tres Crucificados del siglo XVI, apareciendo tan sólo la cabeza de uno y el brazo de otro; una Virgen de los Dolores del siglo XVII a la que se decapitó; y otra Virgen del siglo XVII de madera y plata que sufrió grandes destrozos. Se pudo salvar una Custodia del siglo XVII y otras piezas de orfebrería de la misma época y una casulla de terciopelo rojo e imaginería del siglo XVI por haberse podido ocultar.

El autor comenta también que todas las Ermitas de Almuñecar sufrieron grandes daños.

Ítrabo

-Iglesia parroquial de San Antonio.
Edificio del siglo XVIII que se destinó por parte de los republicanos a oficina de trabajos agrícolas, por lo que se ha podido conservar algunos retablos sin interés artístico, en cambio los del siglo XVIII y demás enseres de la iglesia fueron destruidos. Comenta además que las pilas de agua bendita se utilizaron para dar de comer a los cerdos, que casi todas las imágenes se destruyeron y parte de sus restos se quemaron, desapareciendo un Crucifijo, un grupo de Santa Ana, la Virgen y el Niño y una Inmaculada de la escuela de Alonso Cano. Se pudieron recoger restos de algunas esculturas de los siglos XVII y XVIII. Entre las pinturas destruidas aparecen dos cuadros del tipo de los de José Risueño. El Archivo parroquial igualmente queda destruido.

Lobres
-Iglesia parroquial de San Juan Crisóstomo.
Edificio mudéjar del siglo XVI que se libró del incendio porque en él se ubicaba la Sociedad Obrera. Las imágenes y cuadros que contenía los quemaron a las afueras del pueblo, y destruyeron sus altares. Tan sólo se salvaron tres esculturas del Niño Jesús del siglo XVIII y algunos objetos de plata.

Molvízar
-Iglesia parroquial de Santa Ana.
Edificio del siglo XVIII, se perdieron todos sus altares y gran parte del mobiliario y decoración. Sus esculturas se tiraron a un cercano barranco que fueron arrastradas por las aguas al mar, de donde se pudieron recuperar algunas, del siglo XVI, pero igualmente deterioradas. Entre las pinturas destruidas había dos retratos de los reyes Carlos III y Carlos IV y un San Jerónimo quizás de Murillo. El Archivo quedó también destruido.

Motril
Dice Gallegó Burín que este pueblo ha sido el que más daños sufrió ‘bajo el dominio marxista’, pues no sólo se destruyeron iglesias, sino manzanas enteras de edificios. Comenta igualmente que las imágenes más veneradas fueron destruidas y amontonadas en el Matadero municipal.


Restos de imágenes de las iglesias de Motril amontonados en el Matadero municipal tras los saqueos de 1936.

-Iglesia Mayor de la Encarnación.
Fue erigida por el Cardenal Mendoza en el siglo XVI, con terminación posterior. Estuvo ocupado durante seis meses. De este edificio tan sólo se salvó su arquitectura y los objetos que como las verjas de las capillas, pudieron servir para la cárcel en que se convirtió la iglesia. Del resto del templo se destruyó todo. Se perdió el retablo mayor, barroco del siglo XVII y los demás del siglo XVIII. Casi todas las imágenes se destruyeron, como las de San José y el Niño del siglo XVII, un Niño Jesús de la escuela de Pedro de Mena, un Crucificado del siglo XVI y un Nazareno y una Santa Teresa. Los cuadros fueron también destruidos, entre los que se contaba el de una Inmaculada del siglo XVII de Ambrosio Martínez y unos lienzos de escuela italiana en la capilla del Cardenal. Casi todos los objetos de metal y plata se pudieron salvar, no así el Archivo parroquial.

-Santuario de la Virgen de la Cabeza.
Patrona de Motril, se construyó en el emplazamiento de una antigua ermita. Se le despojó de altares y decoración, se incendió y se desmontaron sus techumbres. Su retablo mayor barroco del siglo XVIII con esculturas desapareció, salvándose tan sólo la imagen de la Virgen titular del siglo XVI.


Santuario de la Virgen de la Cabeza de Motril destruido en 1936.

-Iglesia de los Hospitalicios.
Iglesia del Hospital de Santa Ana fundado por los Reyes Católicos. Dado que se utilizó como cuartel, no fue incendiado. Pero sus altares e imágenes fueron destruidos, salvándose sólo la decoración barroca de yeso. Una de las obras perdidas era un Crucificado del siglo XVII.


Crucificado de principios del siglo XVII en la Iglesia de los Hospitalicios de Motril, destruida en 1936.

-Iglesia de Capuchinos.
En ella había instalado un Hospital, y por ello y por albergar un almacén se salvó de las llamas. Tras la toma de Motril por parte de los sublevados franquistas, fue bombardeada por la aviación republicana, destruyéndose una imagen de la Divina Pastora del siglo XVIII, una Inmaculada de la escuela de Alonso Cano, a la que se extrajeron los ojos, y otras dos imágenes al estilo de Alonso de Mena, cuyos restos aparecieron en los montones de leña del Matadero municipal.

-Convento de Agustinos.
Conjunto barroco y mudéjar. La iglesia y el convento sufrieron una masiva destrucción a causa del saqueo e incendio.


Iglesia del convento de los Agustinos de Motril tras la destrucción de 1936.

-Convento de Monjas Nazarenas.
De la Orden de San Agustín, la iglesia no sufrió grandes daños, pero resultó saqueada, quedando tan sólo en su interior dos pequeños retablos del siglo XIX.

-Ermitas.
Todas fueron desmanteladas, y de las más importantes (San Antonio y la de la Aurora) del siglo XVIII tan sólo quedan parte de sus muros.

Salobreña
-Iglesia parroquial del Rosario.
Edificio mudéjar del siglo XVI. Fue asaltada en 1936 y convertida en comedor, por lo que se pudo conservar el edificio. Su ornamentación y obras de arte desaparecieron, como los retablos de los siglos XVII y XVIII, sus imágenes fueron arrojadas al tajo que hay frente a la iglesia, de donde se pudieron recoger destrozadas. Se pierden imágenes como el Niño de la Virgen del Rosario (ésta rescatada) del siglo XVI; los brazos y un pie de un Cristo del siglo XVII; una Virgen del tipo de Alonso de Mena, de la que sólo quedaron el rostro y un trozo de cuerpo; una Santa Rita del siglo XVIII de la que sólo quedó el cuerpo,… Se pudieron recuperar objetos de metal que los ‘marxistas’ abandonaron en su huída, entre las que sobresalen una Custodia de cobre del siglo XVI, un cetro, y una Virgen con vestiduras de plata.


Restos de imágenes de la Iglesia parroquial de Salobreña, tras ser recogidas de un barranco donde fueron arrojadas por los revolucionarios en 1936.

Vélez Benaudalla
-Iglesia parroquial de San Antonio. 
Edificio neoclásico que fue asaltado en 1936 y destinado a almacén, por lo que la estructura pudo salvarse, pero sus altares y mobiliario se incendiaron, se destrozó su púlpito y pilas del siglo XVIII, quemando también cuadros y esculturas. Tan sólo se pudo salvar la escultura de un Niño de un San Antonio. Y de pintura se han perdido un lienzo del Salvador y otro de la Degollación del Bautista, ambos de Pedro Atanasio Bocanegra; otro cuadro del siglo XVII de Jesús y San Juan. Se pudieron salvar los dos cuadros de Cristo con la Cruz y el pasaje de la vida de un santo, del siglo XVII; una Inmaculada y otra Inmaculada y una Asunción del mismo Bocanegra. Se perdió además un tapiz de Bruselas del siglo XVII que representaba unas bodas reales, pues quedó carbonizado.

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Montón de imágenes destrozadas de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora del Rosario de Escúzar en 1936.

Iglesia de San Gabriel de Loja tras el saqueo e incendio que le causaron en 1936.

Iglesia de San Gabriel de Loja tras el saqueo e incendio que le causaron en 1936.

Iglesia de Santa Catalina de Loja, retablo mayor antes de ser destruido.

Iglesia de Santa Catalina de Loja después del saqueo e incendio de 1936.
San Juan Evangelista de Alonso Cano en la Iglesia Mayor de Loja, destruido en el incendio de 1936.

El Archivo Histórico Provincial de Granada colgó en su página web información referente también a la destrucción del patrimonio español en el contexto de la Guerra Civil que realizó Gallego y Burín, como documento del mes en octubre de 2012. Aquí se puede ver dicho documento:


Información del libro en cuestión en la Biblioteca Virtual de Andalucía:

sábado, 12 de marzo de 2016

Desde Vallecas homenaje a las víctimas del 11-M

Pocas palabras se necesitan para transmitir todo el sentimiento que supuso, y aún supone el dolor por los atentados terroristas que en Madrid se cometieron aquel 11 de Marzo de 2004. Hoy, 12 años después, uno sigue estremeciéndose ante el recuerdo de aquel día funesto para tantas familias en concreto, y para todo el país en general. Hoy, que los designios de la vida me han llevado de nuevo a habitar entre aquellos maravillosos madrileños, rememoro con tristeza y honor a aquellos que cayeron aquel día a causa de la sinrazón terrorista y del fanatismo religioso.


Momentos del homenaje de 2016 a las víctimas del 11-M a las afueras de la estación de Cercanías de Santa Eugenia. Entre algunos de sus asistentes acudieron el ex ministro de Educación Ángel Gabilondo, la Defensora del Pueblo Soledad Becerril, la alcaldesa de Madrid Manuela Carmena, la presidenta de la Comunidad de Madrid Cristina Cifuentes, y entre muchas víctimas, Pilar Manjón, presidenta de la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo.


Hoy día 11 yo también me subí a esos trenes, pasé por esos andenes que entonces estaban cubiertos de sangre y metralla. Comprendí de nuevo que yo podría ser uno más, que ellos eran muchos de nosotros. Hoy, los que quedaron y los que siguen en pie, tributaron a sus asesinados conciudadanos el homenaje que siguen mereciéndose. Y pude comprobarlo en las estaciones de Santa Eugenia y en el Pozo del Tío Raimundo (de los distritos de Villa de Vallecas y Puente de Vallecas respectivamente), lugares de los que muchos salieron aquel día para no volver jamás y en los que un cruel despertador en forma de explosiones les despertó a un día que en verdad era una pesadilla. Tras ese momento en que todos llegamos a morir algo, la vida siguió y sigue, y mientras el recuerdo por los que ya no están debe formar parte de nuestro homenaje como sociedad por los que tanto dieron, el mayor homenaje que se les puede hacer es seguir viviendo, no caer en el miedo de aquellos que pretenden infundir el terror, responder a su chantaje con la vida.

11 de Marzo de 2016, la estación de Santa Eugenia (arriba), y los andenes y el exterior de la estación de El Pozo (centro y abajo). En la imagen del centro, un tren cercanías del mismo tipo que sufrió el atentado aquel 11-M.

Un bello atardecer ponía un broche de oro al cariño que se les transmitió a las familias y afectados, mientras los trenes seguían pasando a nuestro lado, con miles de nuestros hermanos dentro. El trayecto pues, seguía, y la bocina de uno de los cercanías ayer nos lo recordó, como si su maquinista quisiera hacer llegar ese recuerdo en forma de sonido a las alturas del firmamento. Era como cuando se hacen sonar las bocinas de los barcos en alta mar en homenaje a los ahogados en algún naufragio. Los asistentes aplaudieron el gesto del maquinista.

Arriba, la presidenta de la Comunidad de Madrid Cristina Cifuentes llega al exterior de la estación de El Pozo para acudir al homenaje. Una vez finalizado, abajo, el Secretario General del PSOE Pedro Sánchez, abandona el lugar.

Dejo aquellos transitados y circulados monumentos vivos, confundiéndome de nuevo entre la multitud que va y viene. Mientras la gente al pasar se santigua junto al pequeño altar con velas y rostros de los ausentes, el retumbar del tren sobre nuestras cabezas cuando para en el andén pesa como una losa en nuestra mente, el peso del recuerdo, la memoria en la Historia. Sigo mi trayecto, ..... "Próxima estación......".


11 de Marzo de 2016, momentos de homenaje a las víctimas en la estación de El Pozo. Suelta de globos al principio del mismo, y suelta de farolillos al final.

Exterior de la estación de El Pozo del Tío Raimundo, lugar de homenaje a las víctimas del 11-M.

domingo, 31 de enero de 2016

La foto desmemoriada

Recientemente llegó a mis manos un testimonio gráfico que nada más contemplarlo me llenó de sentimientos enternecedores y de melancolía. Debido a mis recientes labores bibliográficas, descubrí entre las amarillentas páginas de un libro abandonado junto a otros miles de ellos a lo largo de polvorientas repisas que sustentaban vastos conocimientos, un frágil documento fotográfico que si no llega a ser por mí quién sabe si hubiera vuelto a ser contemplado otra vez por un ser humano. Como si fuera utilizado como un mero marcapáginas más, ahí se encontraba escondido a saber a lo largo de cuántos años o décadas.

La ternura que inspira la protagonista de la imagen queda patente nada más contemplarla. Una chiquilla con aspecto nórdico contempla atenta en un jardín algo que se nos escapa al conocimiento. La imagen en blanco y negro es una más de cuantas fotografías antiguas andan abandonadas, dispersas y desmemoriadas a lo largo del planeta. ¿Y en qué si no terminan convirtiéndose las fotografías familiares más antiguas cuando sus protagonistas y sus parientes y amigos más cercanos van muriendo? A las que han sido destruidas deliberadamente por sus dueños debido a que cuando mueran, esas fotos no tendrán sentido, y así la desmemoria se evita con su destrucción convirtiendo la desmemoria en la inexistencia de ese momento en el futuro, estas añejas fotografías se almacenan como estampas de un tiempo ya lejano en cualquier caja de galletas al fondo del cajón del mueble del salón. Y sus protagonistas, irreconocibles una vez que sus conocidos han fenecido. Otras, grandes ejemplares de fotografía antigua que muestran la vida de la sociedad del pasado, pueden que terminen vendiéndose en cualquier rastro o mercadillo, en un mercadeo del pasado, toda vez que la memoria de esa plasmación gráfica ha desaparecido ya por completo.

Y es lo que le ocurre a esta fotografía en cuestión. ¿Quién es la niña? ¿Dónde fue tomada la foto? ¿Quién la tomó? ¿En qué fecha? ¿Vive actualmente la protagonista de este relato? ¿Podemos encontrar pistas que nos indique algo de la foto? Poca cosa. Intuyo que la chiquilla pueda ser estadounidense con algún nexo alemán o austriaco. Y es que en el libro donde apareció la fotografía venía escrito en su primera página a lápiz un nombre, Anna L. Fuller. Podría ser la persona propietaria del libro, ¿familiar de la chiquilla o la chiquilla misma? El libro, en casi buen estado de conservación a pesar de ser de 1884, está publicado en Leipzig con una complicada tipografía en alemán por Carl von Lükow, bibliotecario de la Academia Imperial y Real de Bellas Artes de Viena, llevando por título Zeitschrift für Bildende Kunst. Mit dem Beiblatt Kunst Chronik (Revista de Artes Visuales. Con el suplemento Crónica de Artes).




Poca cosa más se puede decir de esta fotografía, a no ser que alguien pueda reconocer a través de la red a la chiquilla en cuestión. Su mirada, perdida en algo que no sabemos, viene a recordarnos lo cuán frágil es la memoria personal y la trascendencia física que podamos dejar en este planeta una vez nos hayamos ido para siempre. Dicen que uno no muere del todo mientras nos recuerden, algo que implica que una vez éstos hayan desaparecido a su vez, estaremos más muertos si cabe. Esta niña de la foto, si ya no existe, está hoy más viva que ayer. Que nuestro recuerdo perviva. Va por ti, niña desmemoriada.


PD: Este escrito viene a relacionarse con el relato que escribí el año pasado y que hace poco colgué en este mismo blog acerca de la preservación de la identidad personal mediante los retratos:

sábado, 2 de enero de 2016

El retrato que me hicieron hace 2000 años

Por Francisco J. Canales-“Azaustre


[Hace unas semanas envié este relato a la revista digital literaria Visor por si pudiera ser publicado, pero no ha podido ser así. Por ello lo publico en mi blog personal por si a alguien le interesase leerlo. Lo que aquí escribo lo ideé con los sentimientos que me inspiró mi visita al Museo Arqueológico de Sevilla en junio de 2015 y en concreto los rostros de Santiponce.]


Caminaba apasionado paseando a través de largos pasillos y amplias salas en aquel inmenso museo de aquella vieja ciudad. Tan sólo mirando de un lado para otro aquellos vestigios que hace siglos los habitantes de esas comarcas realizaron sin el conocimiento de que siglos más tarde su obra sería mostrada de tal manera a curiosas y extrañas gentes en un mundo tan distinto al que vivieron. Estatuas colosales de emperadores, otras más pequeñas, distintos elementos ornamentales, capiteles, monedas,  mosaicos, toda una representación de arte tallado por las manos de gente de un tiempo ya fenecido. Aquí quedan los restos de aquellas vidas, tesoros únicos que dan testimonio de su paso por este mundo, ahora tras una vitrina de cristal que permita su pervivencia a lo largo de muchas generaciones más.


El cambio de sala a sala no hacía sino impresionarle más con la muestra de dicha laboriosidad antigua, pero en cierta manera, todo lo veía lejano, no como algo propio, no sólo por la distancia de su ciudad materna, sino por el hecho del desconocimiento de la intrahistoria de cada obra de arte y el significado que para él pudiera tener.

Pero de repente, tras atravesar el dintel de una puerta que daba a una pequeña sala, ahí los vio, con sus pétreas y profundas miradas fijadas sobre él, impertérritos ante su presencia. En hilera, sus miradas sin vida le reclamaban la atención que merecían, no había escapatoria, pues para salir de la sala había que pasar ante ellos. Él, sin reacción corporal posible, se quedó delante con un cúmulo de sensaciones que le habían dejado como a ellos, petrificado. Delante de él, una sucesión de retratos romanos con un par de milenios de antigüedad. Había algo raro en sus inertes pieles de piedra, pues si bien eran retratos de personajes ‘desconocidos’ y por lo tanto no tenían la magnitud intrínseca a esculturas de grandes personajes, había cierta atracción ante su presencia. No lograba encontrar si había alguna característica física que le resultara familiar, pero tuvo la sensación de que delante de él estaba el busto familiar de un antepasado directo. Por estadística genealógica era muy probable. No lo sabía ciertamente, no había evidencia que así lo demostrara, pero así lo creyó sin duda, delante de él tenía el rostro de su ‘lejano abuelo’.

No sabía cuál de los allí presentes pudiera ser, ni siquiera si eran varios. No sabía su nombre, ni los años y lugares en que nació y murió, tan sólo que dicho busto se encontró en un yacimiento de la provincia en que se encontraba en ese momento. No sabía los detalles de una vida tan lejana, ni a qué se dedicó, ni los avatares por los que tuvo que padecer. No sabía cuántos hijos tuvo, ni de cuál de ellos descendería. Pero interiorizó que gracias a la existencia de ese ‘abuelo’ que tenía delante, él podía estar hoy donde estaba, encontrándose con sus ancestros en esta fría sala, reencontrándose consigo mismo al reflejarse en la vida de los que le antecedieron.

Pasó un buen rato delante, en una muda conversación en la que tenían mucho que decirse. No se conocían, pero había tantas cosas en común… Le dio las gracias por haber existido, y por haber puesto su pieza fundamental de ese grandioso puzzle en el que ahora él se había convertido en la última pieza. Él, pensó, como pieza con curvas y aristas, encajará con otra a la perfección, para proseguir juntos así en el devenir de las piezas futuras. Pensó nostálgico que existe hoy el retrato fotográfico y que la difusión de las identidades es más sencilla que en el pasado, para que dentro de cientos de años sus descendientes puedan reconocerlo, saludarle y darle igualmente las gracias por su aporte. ¿Quiénes y cómo serán? La genética dirá. Hoy, daba un paso más y se despidió de esta ‘familiar sala’ con pena y cierta nostalgia de un pasado no conocido y un presente que pasará, pero ilusionado en lo que tendrá que venir. Esa mirada vacía pero eterna del ‘abuelo’ seguirá ahí viendo pasar descendientes ante él, quizás sin que éstos sepan cuánto le deben al que ahí se encuentra observándoles desde el púlpito de la Historia.

Nota final: Para quien quiera conocer esos antepasados nuestros, tan sólo tiene que pasearse por las salas del Museo Arqueológico de Sevilla situado en la plaza de América. Y así poder mostrarles un efusivo saludo.

Francisco José Canales López [Canales-“Azaustre”] (Granada / España, 1984). Licenciado en Historia y Máster en Claves del Mundo Contemporáneo por la Universidad de Granada. Actualmente realiza el Máster de Archivística de la Universidad Carlos III de Madrid. ‘Hombre que escribe en sus ratos libres’, ha publicado algunos artículos y cartas de opinión en diferentes medios. Es además autor del blog Un rincón muy “Canalístico”, donde publica dichos escritos, así como reflexiones y demás temas históricos, genealógicos y políticos que le apasionan. Junto a su nombre, utiliza el alias literario Canales-“Azaustre”, apellidos familiares, como homenaje y recuerdo a sus dos abuelos.

jueves, 31 de diciembre de 2015

Ruta del Gollizno por el río Velillos (Granada)

En nuestra extensa provincia tenemos no sólo un ingente patrimonio histórico-cultural, sino que también poseemos una riqueza natural que muchos a priori no podríamos imaginar. Tan sólo hay que salir y descubrir estos nuevos rincones, maravillosos parajes y placenteras sensaciones que podremos disfrutar a tan sólo “la vuelta de la esquina”. Fuera de la apabullante vida en la ciudad en la que contaminación y estrés nos minan por dentro, tenemos un mundo por descubrir y en el que conectar con nuestro lado más primigenio y natural.

De esta manera, a pocos kilómetros de nuestra capital nazarí y con un espíritu aventurero  que nos impulsa por dentro, nos emprendemos a conocer uno de los rincones naturales más bonitos de la provincia. Se trata de la Ruta del Gollizno, una sencilla ruta senderista situada al noroeste de Granada, concretamente en el término municipal de Moclín. Resulta un enclave vital en las relaciones entre territorios, pues si bien el término en la actualidad es frontera entre las provincias de Granada y Jaén, siglos atrás suponía la frontera entre el reino cristiano de Castilla y el reino nazarí de Granada. Tierra de frontera, concepto teórico y metafísico que me apasiona, el tener que delimitar políticamente un territorio que por ejemplo hoy forma un conjunto,  un todo, una extensión de campos y peñas que han sido divididos histórica y convencionalmente para nuestra mejor administración. División que obviamente no se muestra, pues a nivel natural, todo es más libre. Pero a nivel histórico, esa división de frontera queda patente hoy en la proliferación de atalayas musulmanas o torres vigía del reino nazarí, salpicadas estratégicamente en promontorios naturales para la mejor vigilancia y defensa del territorio frente a las tropas cristianas del norte en su imparable avance hacia el sur durante la Reconquista. Alcalá la Real a pocos kilómetros al norte de Moclín puede divisarse desde las mejores posiciones del término, es la entrada natural que desde Castilla penetrará en la Vega de Granada.



Moclín, con su castillo musulmán coronando la cima del cerro que domina el pueblo, en el que se sitúa también la Iglesia del afamado Cristo del Paño, está además rodeado de un entorno natural extraordinario. Su contorno pétreo está horadado por el río Velillos (o Frailes), que naciente en la “transfronteriza” Frailes atraviesa esta zona del Poniente granadino para más tarde unirse a las aguas del río Cubillas en Casanueva y luego, ya unidos ir a parar al Genil.



La sencillez del trayecto hace que podamos disfrutar de un apacible paseo contemplando en toda su extensión un conjunto de monumentos naturales que nos deleitarán los sentimientos. Bajando a través de Moclín se puede iniciar la ruta dirección sur, y poder hacer una serie de altos en el camino para observar las maravillosas panorámicas de la Vega de Granada y Sierra Nevada al fondo. Descendiendo, dejaremos atrás la Ermita de la Virgen de la Cabeza, y concluiremos el descenso llegando a los límites de la cercana localidad de Olivares, que ya  habremos podido visualizar en su plenitud junto a un extenso mar de olivos desde los miradores situados recorrido arriba. Girando a la izquierda antes de entrar en el pueblo iniciaremos la ruta a través de los tajos del Gollizno, camino siempre acompasado por el discurrir del río Velillos. Contemplaremos grandiosas vistas de los tajos desde el fondo de la hondonada o grieta natural que el río ha ido laminando a lo largo de los siglos, mientras vamos dejando atrás instalaciones hidroeléctricas, saltos de agua, fuentes como la de la Buena Ventura, presas y puentes que nos permiten cruzar el río. Uno de ellos, colgante, bajo el imponente macizo de rocas, nos permite cruzar de nuevo al otro lado del río, en el que comprobaremos la pequeñez de nuestro ser ante tal espectáculo agreste. La naturaleza, en toda su solemnidad, puede que nos dé algún espectáculo visual, como contemplar en lo alto de los riscos familias de caprinos, no sé si muflones o algún bóvido similar, como si lo escarpado del lugar no les importara en absoluto.



El recorrido va circunvalando de vuelta a Moclín por su parte norte. Desde allí observaremos los últimos enclaves granadinos como Tózar y las atalayas dependientes de la fortaleza de Moclín como la Torre La Solana asomada en un promontorio, Mingoandrés, o la de la Porqueriza, cercana a Tózar; y a continuación ya los territorios jiennenses, en donde se perderá nuestra vista e imaginación. Tras pasar el área recreativa de la hipnótica Fuente de la Corcuela,  habrá que desviarse del camino para acercarse a los cercanos abrigos montañosos en los que hace milenios, nuestros antepasados neolíticos plasmaron en sus rocosas paredes pigmentaciones que han perdurado hasta hoy como pinturas rupestres, y que podemos contemplar asombrados cómo han perdurado a lo largo del tiempo a pesar de vándalos e inclemencias meteorológicas. El legado de nuestros ancestros como un regalo que conservar para nuestros descendientes. Tras este detalle visual, emprendemos de nuevo la marcha, esta vez cuesta arriba para terminar el trayecto culminándolo de nuevo en Moclín, cuyo castillo iremos descubriendo conforme vamos avanzando. Llegados a la meta, no hay mejor premio que pasear por la zona de la fortaleza nazarí e Iglesia del Cristo del Paño para después despedirse del pueblo con un bello atardecer sobre las bellas callejuelas del pueblo bajo nuestros pies. Volvemos a casa.

Francisco José Canales-“Azaustre



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